Las iglesias trasladadas de Os Peares

Los embalses anegaron el patrimonio civil y religioso de decenas de pueblos lucenses, pero parte de esos bienes fueron reconstruidos por los vecinos en zonas altas, a salvo del agua. La iglesia de San Xoán de Portomarín es el caso más conocido, pero antes se trasladaron en Carballedo los templos de Chouzán y A Cova. 
El monasterio del que se conserva la iglesia de Santo Estevo de Chouzán vivió una de sus etapas más importantes y más prósperas en el siglo XII. XESÚS PONTE
photo_camera El monasterio del que se conserva la iglesia de Santo Estevo de Chouzán vivió una de sus etapas más importantes y más prósperas en el siglo XII. XESÚS PONTE

EN EL AÑO 1963 se inauguraba el embalse de Belesar y bajo sus aguas quedaban una treintena de pueblos. Emblemático fue el traslado de la iglesia de San Xoán de Portomarín para evitar que la sepultase la crecida. Los vecinos numeraron las piedras, desmontaron el templo y volvieron a construirlo en el monte de O Cristo, en el nuevo pueblo al que también se llevaron la iglesia de San Pedro, un arco del puente romano, el Pazo Conde da Maza o el de Berbeteros.

Pero anterior al embalse de Belesar es el de Os Peares, aguas abajo en el mismo río Miño, y antes que el de Portomarín se trasladaron los templos de Santo Estevo de Chouzán y San Xoán da Cova, ambos en el municipio de Carballedo. Son episodios menos conocidos de la historia lucense vinculada a los embalses, pero igual de importantes.

Santo Estevo de Chouzán se movió de su emplazamiento original en el año 1953. El trabajo se le encargó al arquitecto Pons Sorolla y la configuración de la iglesia sufrió considerables modificaciones en el proceso. Quizá esa experiencia sirvió para que en Portomarín la reconstrucción fuese más fiel al templo original.

Según la documentación recopilada por el colectivo Máis que Románico, el primer documento en el que se hace referencia al templo de Chouzán data del siglo X, cuando Don Pelayo, siendo obispo de Lugo, incluye en las últimas voluntades de su testamento una generosa donación a la catedral lucense en la que figura una mención al monasterio masculino de Chouzán.

De ese monasterio solo se conserva la iglesia, que se construyó en el siglo XIII. La planta actual del templo trasladado consta de una única nave, realizada en esquisto de nueva factura, con algunos elementos románicos reutilizados.

La cabecera es semicircular, totalmente realizada en granito. Es la original, aunque se alteró la longitud de su tramo recto. Para asentar el templo en el nuevo emplazamiento se construyó una plataforma, debido a la fuerte pendiente del terreno.

Los técnicos de Máis que Románico describen el interior del templo como amplio y diáfano y destacan los capiteles, que presentan decoración vegetal e historiada. Se pueden distinguir las figuras de Adán y Eva, dos arpías y un juglar, entre otras.

La fachada principal de San Xoán da Cova está construida en granito. XESÚS PONTEA COVA. Otra de las joyas del románico de la Ribeira Sacra por su construcción y por el paraje en el que se encuentra es San Xoán da Cova.

Se trata de un templo originario del siglo XIII, excepto la espadaña. Perteneció a un antiguo monasterio del que se tienen noticias desde el siglo X. En sus inicios fue un monasterio dúplice, pero cuando el Papa Pascual II suprimió la duplicidad pasó a ser exclusivamente femenino.

La iglesia conserva una sola nave con ábside semicircular y combina en la construcción el granito y el esquisto, los mismo materiales que Chouzán. El edificio presenta una decoración geométrica y vegetal, con motivos de origen mateano que se repiten en la iglesia de Santo Estevo de Atán, en el municipio vecino de Pantón.

El traslado de San Xoán da Cova a raíz de la construcción de la presa de Os Peares también se le encargó al aquitecto Pons Sorolla.

En las dos iglesias el culto se ha reducido drásticamente en los últimos años y permanecen gran parte del año cerradas. A ellas se puede acceder a pie y adentrarse en el interior en el marco de algunas visitas guiadas. También ofrecen una vista única cuando uno navega por el río Miño.

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