Opinión

Guirao se va

JOSÉ GUIRAO llegó por sorpresa al primer Gobierno de Sánchez. Se le nombró a toda prisa para intentar dar carpetazo al escándalo de Màxim Huerta, el ministro más breve de la historia de la democracia, una buena persona a la que no se trató ni con justicia, ni con piedad. Para superar la crisis, Sánchez necesitaba cubrir sin riesgos el hueco del fiasco, y apostó por un hombre serio y cultivado, de maneras correctísimas, con larga experiencia en la gestión cultural, bastante mano izquierda y mucho interés por el consenso. Desde la presidencia de la comisión de cultura del Congreso tuve la suerte de trabajar con Guirao en algunos asuntos de calado, y encontré siempre una mano tendida, sentido del humor y ganas de hacer las cosas correctamente y por encima de las siglas. Se entendió bien con los portavoces de todos los partidos, compartió con nosotros muchas horas de despacho y le tuvimos siempre al otro lado del teléfono para aquello que necesitamos.

Coincidí con Guirao en premios de cine, estrenos de teatro y sesiones de ópera. Hace un par de meses me invitó a compartir su palco en el teatro de la Zarzuela, y el otro día, en una cena, nos hicimos una foto sin sospechar que era la última que me sacaría con él como ministro. Hubiese deseado que Guirao siguiese en este nuevo Gobierno, pero me aseguraban que su cabeza iba a rodar para dejar sitio a un perfil más adecuado a los nuevos tiempos que corren. Alguien con más horas de vuelo que yo me lo dijo así el otro día: "Ahora mismo, un ministro como Guirao es un riesgo que Sánchez no va a correr".

Cuarenta y ocho horas después supimos que José Guirao dejaba el despacho luminoso de la Plaza del Rey. Se va con la misma elegancia que llegó, sin hacer ruido y creo que sin esperar nada: "Aquí se está de paso", decía siempre. Voy a echarle de menos, y solo espero volver a encontrármelo en otro tramo de este camino incierto que tenemos por delante los que optamos por la loca idea de entrar en política.

Comentarios