Glamur y coraje a partes iguales

Conchita Teijeiro acaba de cumplir 90 años, tras una vida entregada a sus hijos y a Aspnais
Conchita Teijeiro con Cachucho, al que le dedicó su vida. EP
photo_camera Conchita Teijeiro con Cachucho, al que dedica su vida.

"Son 90 anos cumpridos e moi ben vividos, dedicados aos demais, xenerosamente, sen pedir nada a cambio. Todo un exemplo". Habla su hijo Fico, Xosé Francisco Pardo Teijeiro, el tercero de los ocho descendientes del ginecólogo Bernardino Pardo Ouro y de Conchita Teijeiro Revilla, presidenta de Aspnais durante 41 años.

Conchita Teijeiro y su marido, Bernardino Pardo Ouro, con sus ocho hijos: Chiqui, Bernardino, Fico, Carlos, María, Cachucho, Alejandro y la más pequeña, Paula, que acababa de nacer. Entre todos ellos, median solo quince años de diferencia.

La mujer que nunca pasaba desapercibida ante los ojos de lucenses de distintas generaciones celebró el pasado día 6 sus 90 años con su mirada todavía llena de vida –aunque nubes en la memoria pretendan nublarla–, su elegancia innata y la alegría y generosidad que demostró en su vida privada, como madre, y también en su vida pública y social, centrada en conseguir la integración social de los discapacitados psíquicos a través de Aspnais. Tarea a la que dedicó la mitad de su existencia de la mano de Cachucho, el hijo al que todavía le sigue regalando sonrisas y que, a su vez, lograr recuperar al instante.

Conchita estrenó los 90 en su casa, rodeada de sus hijos y su extensa familia. Desde hace muchos años, reunía a sus hijos en un restaurante cada vez que llegaba el día. Si el cumpleaños siempre lo celebró en familia, por su santo recibió siempre las felicitaciones de personajes como su buen amigo Manuel Fraga Iribarne, cuya llamada —a primera hora, haciendo gala de su fama de madrugador— no falló ni un solo año, o del cantante Paquito Clavel, más trasnochador, que la felicitaba siempre al mediodía.

Conchita y Bernardino, todavía novios, paseando por Lugo.

Conchita estrenó los 90 en su casa, rodeada de sus hijos y su extensa familia. Desde hace muchos años, reunía a sus hijos en un restaurante cada vez que llegaba el día. Si el cumpleaños siempre lo celebró en familia, por su santo recibió siempre las felicitaciones de personajes como su buen amigo Manuel Fraga Iribarne, cuya llamada -a primera hora, haciendo gala de su fama de madrugador- no falló ni un solo año, o del cantante Paquito Clavel, más trasnochador, que la felicitaba siempre al

Ese carácter generoso y solidario y su empatía y optimismo por la vida se forjaron en una infancia dura, en la que quedó huérfana de padre con 6 años y de madre, a los 12. Nacida en el número 11 de la calle Bispo Aguirre, su bautizo se celebró en la confitería Madarro y fue pagado con unos pesos de plata, guardados durante 40 años y que recuperó de la mano del propietario del establecimiento como reconocimiento por su labor a favor de los más desfavorecidos.

"Nosa nai era filla de María Luisa Revilla, unha fermosa e rica herdeira lucense. Seu pai, Jesús Teijeiro, foi un militar. Primeiro, monárquico, e despois, franquista que, desde a reserva, incorporouse ao frente nacional e acabou sendo laureado", cuenta Fico.

HUÉRFANA. El teniente coronel Teijeiro falleció durante la Guerra Civil en la toma de Asturias. La familia vivía en Luarca, en una casa de los Álvarez Cascos. Allí, en Luarca, Conchita estuvo a punto se ser secuestrada en un colegio.

En primer plano, con sus padres, María Luisa Revilla y el teniente coronel Jesús Teijeiro. Conchita se quedó huérfana de padre a los 6 años y de madre, a los 12.

Tres años después, la madre de Conchita -que tenía otros tres hijos, Marisol, Jesús y Charo- se casó con otro militar, el general Francisco Franco Salgado, primo y secretario particular de Franco. María Luisa Revilla fallecería al poco tiempo, de fiebres puerperales, tras dar a luz a otra hija, que se llamaría como ella.

Los huérfanos fueron reclamadas por su abuelo Teijeiro, un respetado médico rural de Baamonde, pero por su elevada edad fue concedida la tutela a su tío Liborio Revilla, que tenía una ferretería en Santo Domingo.

Conchita vivió su adolescencia entre Lugo y Madrid, donde fue acogida en la casa de Franco Salgado. "Fue como un tío protector para ella, su segundo padre. Nosotros le llamábamos el abuelo Paco. Siempre tuvo muy buena relación con él y con su mujer. Se quedó a vivir también una temporada con Pilar Franco. Aunque tuvo oportunidad de conocer a toda la cúpula militar, ella no lo vivió como un momento histórico único. Aquel era su entorno dado que su padre también había sido héroe de guerra y ella misma estuvo una temporada también en un colegio de huérfanos de militares en Salamanca", recuerda su hija María.

BODA. Aunque residía en Madrid, los veranos los pasaba en Lugo. En uno de ellos, conoce, paseando en barca por el Miño, a su futuro marido, un ginecólogo dieciséis años mayor que ella. "Mi padre tenía 34 años y ella, 18. Eran totalmente antagónicos: mi padre, sobrio y tranquilo y mi madre, pura energía y un terremoto. Mi padre era su protector, la frenaba, pero se adoraban", cuenta María.

Conchita Teijeiro se casa a los 19 años. "Desde aquella, se enganchó a Lugo para siempre", apunta María. Al año siguiente, nacería Chiqui, la primogénita. Vendrían siete más durante un periodo de quince años compartidos entre Lugo y Chorexe, en Palas, donde la familia pasaba los veranos y donde los chavales descubrieron la vida rural y la libertad.

Como madre, sus hijos recuerdan que era muy disciplinada y organizada. "Se comía siempre a una hora y teníamos unas reglas que cumplíamos a rajatabla. En Nochevieja, nos acostaba a las nueve y nos tocaba las campanadas. Después, se iba con mi padre al Círculo. Aunque siempre tuvo la ayuda de Esther, que fue como nuestra segunda madre, ella era la que organizaba todo y era casi hitleriana en el orden. Pero siempre estaba ahí, con su alegría constante. Mi padre era un ejemplo de honestidad, humanidad y honradez pero, en cambio, trabajaba las veinticuatro horas y apenas lo veíamos, aunque nos traía tebeos y pasteles de Madarro los domingos", afirma María.

Conchita Teijeiro posa en este retrato, como si fuese una estrella de Hollywood, para la fotógrafa Mary Quintero.

Cuando fallaba esa disciplina, la zapatilla salía al vuelo. "A zapatilla sabíaa manexar tamén moi ben cando facía falta, como outras nais da época!", recuerda Bernardino, otro de sus hijos.

LIBERAL. Sin embargo, a la vez, Conchita fue también una madre muy liberal, pese a que se educó en un ambiente muy conservador. "Es conservadora pero muy liberal a la vez. Nunca tuvo prejuicios sociales. Valoro especialmente esa lucha que siempre tuvo por los más desfavorecidos, esa empatía por el más débil y por proteger al indefenso. Esa alegría de vivir y, sobre todo, el hecho de que dio normalidad a un discapacitado, su hijo Cachucho, que siempre fue uno más entre nosotros", apunta María Pardo.

Esa lucha por Cachucho y, después, por Aspnais marcó para siempre su vida, pese al disgusto inicial. "A los 3 años, contrajo una meningitis que lo dejó 40 días en coma. Cuando salió, tuvo que aprender a andar y quedó le una gran discapacidad intelectual. El empeño de mi madre fue, desde siempre, integrar a este niño en la sociedad y empezó por la familia. Todos vivimos en torno a este niño. Hoy mismo, yo no me muevo de Lugo por estar cerca de mi hermano y ella nos pidió que nunca lo abandonásemos", cuenta María, emocionada.