Las familias del aluminio: "Aquí se habla más de Alcoa que del Covid-19"

"La última carta que tenemos es que la intervenga el Estado hasta que se estabilice", defiende uno de los trabajadores afectados de la planta de San Cibrao

 

Un empleado de Alcoa, durante una protesta. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Un empleado de Alcoa, durante una protesta. VICTORIA RODRÍGUEZ

"El virus ha quedado aquí en un segundo plano". Emilio Villarmea es uno de los 534 trabajadores que Alcoa quiere despedir en Lugo. El 2 de junio cumplió 46 años. Su padre, Tito, y su suegro, Paco, trabajaron en la planta de San Cibrao, –en la que él lleva trece años–, desde su apertura, en enero de 1979, antes de la denominación actual tras su privatización en 1997.

La multinacional americana firmó el 25 de febrero de ese año el acuerdo de intenciones para la adquisición del grupo público Inespal, la industria española del aluminio, el cual se materializó poco después. Cuando la factoría de Alúmina-Aluminio, como despegó en sus inicios, llegó a la comarca de A Mariña hubo revuelo, pues sus gentes se ganaban la vida exclusivamente con la tierra y con el mar y no comprendían entonces otros modos, pero en la actualidad nadie, independientemente de cuál sea su edad, concibe que el sustento de su entramado económico cierre y desaparezca.

Dani es menor. Su edad: doce años. Es hijo único y, de madrugada, su progenitor, Emilio, recibió la primera felicitación por su aniversario. Pensó que era un vídeo de los que el pequeño sube habitualmente a Youtube, donde tiene su propio canal, el de Danitube Wirs y la temática se centra en los videojuegos que están de moda, pero se equivocó.

El niño solo quería que escuchasen su historia en su casa, y, fuera de sus cuatro paredes, los vecinos, los españoles, los dueños de la empresa y, sobre todo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

"Mis dos abuelos trabajaron en Alcoa y ahora viven aquí felices", relata. Habla de Paco y de Tito, que son de Viveiro, "de siempre".

"¿Por qué mi padre no puede hacer lo mismo?, ¿por qué nos tenemos que ir si tenemos aquí nuestra casa?", se pregunta el adolescente en una grabación que se ha hecho viral.

"Solo en mi portal viven cuatro familias que trabajan en Alcoa, y no quiero que se tengan que ir de aquí", apunta un chico que desea "no perder de vista" a sus amigos y que ni siquiera quiere pensar en un traslado.

Los empleados han agradecido su gesto, con otro conmovedor audiovisual en el que portan la pancarta "Gracias Dani", una sorpresa a la que él ha reaccionado con su voz clara, su mirada limpia y del modo más tierno. Entre todos han llegado a la conclusión definitiva de que los únicos derrotados son aquellos que deciden dejar de luchar.

Emilio contiene, como puede, la emoción: "Estaba en el turno de noche. Cuando vi el primer vídeo... Pues, qué decir... Es increíble". Igual de emotivo le ha parecido el impacto que esa ocurrencia, nacida del corazón, ha tenido en redes, donde las visitas se cuentan por decenas de miles.

Esta familia tiene una hipoteca. A Laura, pareja de Emilio y madre de Dani, la pandemia le afectó de lleno. Cobra una prestación, a la espera de que saber qué ocurrirá y cuándo podrá volver a su "normalidad", en la que se dedicaba a la ayuda a domicilio.

Como ellos, están muchos otros compañeros en la fábrica pues la plantilla es relativamente joven y, con un "trabajo de calidad", muchos, "inclusive los que llevan tres años", fueron los que tomaron la decisión de tener descendencia y de adquirir una vivienda. Ahora, ya hay inmobiliarias que, con las últimas noticias, están despachando pisos a precios muy bajos.

Rabia, impotencia, indignación... "Nadie habla de otra cosa. En el resto del mundo el tema central es la Covid-19 y en Cervo, Xove y Viveiro, los ayuntamientos más afectados, solamente se habla de Alcoa".

El coste de producir, el precio del metal a la baja, el mercado paralizado... Nadie quiere escuchar eso y sí, por ejemplo, que habrá precios especiales para grandes consumidores de electricidad, como es el caso; o simplemente soluciones válidas, sean cuales sean, menos las anunciadas.

Emilio habla por todos: "Cuando el complejo se privatizó, Alcoa hizo aquí todo el dinero del mundo. Vivió las mejores épocas del aluminio. Ahora, que el mercado está un poco parado, la pandemia ha influido muchísimo; y el precio de la energía en España no es muy asequible, es cuando decide cerrar. Que lo pongan a la venta, seguro que hay un comprador, alguien".

"La última carta que tenemos –asume Villarmea– es que la intervenga el Estado hasta que se estabilice un poco el mercado, el precio del aluminio, y venga alguien que se dedique al sector y la compre. Una empresa de este calibre no puede parar un mes y luego volver a empezar. Este tipo de empresas no pueden parar nunca. Si paran, están perdidas".

"Somos competitivos, de los mejores del mundo", dice, y añade: "El proceso de electrolisis es el mismo desde hace cuarenta años. No hay empresas superiores a la nuestra. Si dijésemos, está obsoleta, la producción es bajísima, pero no, para nada. Somos productivos al 100%. Hablar de lo nuestro no es lo mismo que tratar lo de Nissan en Barcelona ni comparable a lo ocurrido con Alcoa en A Coruña y Avilés (Asturias). Porque aquí es lo único, lo único que hay. Y es toda una comarca la perjudicada. Muchas familias".

"No hay otra industria potente", observa Villarmea, la pesca está pasando por momentos difíciles y de la agricultura las personas se desentienden cada vez más. Es como él lo ve. Pero se trata de un sentir común.

"Aquí se habla más de Alcoa, que supone más del 30% del PIB de la provincia lucense, que del virus. El único motor que tenemos ahora mismo es Alcoa. Nos llega y nos sobra", recalca, y se despide.

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