Opinión

El sermón a Cardenal

IBA A hacerme el entendido y hablar aquí como si tal cosa de Ernesto Cardenal. Pero me arrepentí. Cuando murió este señor el otro día no lo recordaba en absoluto ni tampoco lo recordé cuando leí quién fue y todo lo que hizo, que fue muchísimo. Con eso yo llenaría una docena de vidas como esta, tan prescindible.

Pero luego vi en el Telediario una escena que me lo recordó al instante. Fue en un viaje de Juan Pablo II a Nicaragua. El Papa se baja del avión, besa el suelo porque entonces no había coronavirus, va saludando y al llegar a Ernesto Cardenal le echa una bronca monumental. Aunque no se oye lo que dice, su cabreo es del todo excesivo. Ernesto era cardenal solo de apellido porque su disidencia no le dio para pasar de cura que quería meterse a político y eso enfadó muchísimo a su santidad, que dicen que tenía malas pulgas cuando se calentaba. 

Recordé perfectamente haber visto aquellas imágenes en su momento. Estaba comiendo mientras esperaba a que mi madre cambiase de cadena para ver en la Gallega ‘Simplemente María’. Y allí estaba el Papa, sermoneando a un cura. Me pareció un castigo terrible y pensé qué habría hecho ese señor para que desde el trono de San Pedro le fustigasen así. Pero sobre todo me sentí fatal por él porque di por hecho que era un fiel devoto de Wojtyla y este, a cambio, lo humilla ante el mundo entero.

De todo eso saqué dos conclusiones: soy un subproducto de la cultura de la televisión y Cardenal, simplemente, no comulgaba con ruedas de molino.

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