Opinión

Compras compulsivas

ME ENTUSIASMAN los ataques de consumismo. Y si son de consumismo gastronómico, miel sobre hojuelas.

De ahí me viene una de las aficiones que comparto con Olvido Gara, nuestra Alaska de toda la vida: los supermercados. El día que le oí contar que la canción Terror en el hipermercado venía directamente del amor que ella y Los Pegamoides les tenían a esas grandes superficies sentí como que por fin encajaba en alguna parte. Esa es una sensación que no hay que menospreciar nunca porque tiene efectos secundarios tan poderosos que pueden ser peligrosos.

Estos días ando muy atento a cómo se las gastan en Madrid a la hora de arrasar en los súper. Esos ataques de pánico tirando a exagerados que llevan a la gente a comprar de forma compulsiva ya me pasaron a mí sin coronavirus de por medio. En una de las fotos que más circuló estos días se veía un atasco monumental en el pasillo de un híper. Pero fijándose en la parte de arriba, donde colgaba el cartel de la sección colapsada, esta no era precisamente de productos de primera necesidad: "Aperitivos".

Desde luego, cualquier excusa es buena para comprarnos esa bolsa gigante de patatas fritas que nunca nos llevamos porque la vemos excesiva o las banderillas con boquerón que también dejamos en su sitio porque son caras. Y es que no hay quien soporte una cuarentena sin gusanitos y, por otra parte, ahora se pueden aprovechar las dos semanas que tardan los Donettes en caducar.

¡Qué tiempos tan buenos para la conspiranoia! 

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