Cuando trabajar es la perdición

Un lucense se lamenta de que se queda sin tener dónde dormir porque se le niega cualquier ayuda social al haber encontrado trabajo, a pesar de que lleva unos días y no ha cobrado aún

José Manuel Buide, que denuncia la denegación de cualquier ayuda que le permita sobrevivir. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera José Manuel Buide, que denuncia la denegación de cualquier ayuda que le permita sobrevivir. VICTORIA RODRÍGUEZ

José Manuel Buide, de 41 años, dice que sabe bien lo duro que es estar en el paro, pero que ahora los servicios sociales del Concello le están haciendo descubrir que puede ser incluso peor encontrar un empleo. En su caso, dice, ha sido empezar a trabajar y perder el derecho a cualquier ayuda social, pese a que no ha cobrado aún ningún salario. El resultado es, dice, que está pasando hambre y le han dejado sin un lugar dónde vivir.

Buide asegura que su vida se empezó a ir al traste con la gran crisis de la construcción, cuando, como mucha gente, perdió el empleo. Durante años fue tirando en gran parte gracias a que cobraba la Risga, pero perdió esa ayuda autonómica hace tiempo, cuando aceptó un trabajo por unos meses en una brigada del Ayuntamiento de Lugo.

Pronto descubrió que el salario en esa brigada no daba para vivir y que en realidad hubiera sido mejor, desde el punto de vista económico, seguir cobrando la Risga.

Sin embargo, como si se tratara de la ley de Murphy, pronto descubrió que las cosas podían ir todavía a peor. Tras dejar de trabajar para el Concello y tras un nuevo tiempo en el paro, acaba de encontrar un nuevo trabajo. Lleva solo unos días trabajando y dice que está contento con el empleo, pero que en los servicios sociales ya le han comunicado que no le van a dar ayuda para que pueda seguir pagando la pensión en la que vive.

Ese alojamiento le cuesta 260 euros al mes y sin ayuda de los servicios sociales se queda en la calle, porque aún no ha cobrado ningún salario y, por tanto, no puede pagar el alojamiento, explica.

Se lamenta de la rigidez del sistema y de que se le deje sin ninguna alternativa. Como en este momento está trabajando, aunque solo lleva unos días en ese empleo, asegura que los servicios sociales le niegan también la posibilidad de ir a dormir al hogar del transeúnte.

Desesperado, dice que el Ayuntamiento le condena a la indigencia y, literalmente, a pasar hambre. Así, asegura que para ir a trabajar se toma un vaso de agua, aunque una vez en el trabajo le dan un café. Acaba la jornada laboral a las tres de la tarde, dice, pero hasta las siete y media de la tarde no tiene posibilidad de llevarse nada a la boca, porque igual que no tiene dinero para la pensión tampoco lo tiene para comprar comida.

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