La secuencia de esta primera semana de septiembre ofrece en primer lugar una advertencia de atención para la que sigue: la Diada en Cataluña. Es una de las primeras citas de la hoja de ruta que trazó el presidente Torra desde el Teatro Nacional de Cataluña ante un auditorio entregado a la causa. En ese relato de Quim Torra nada ha cambiado sobre las posiciones secesionistas de hace un año. El Gobierno —lo dijo la portavoz, el presidente y la vicepresidente— mantiene firme la vía del diálogo. ¿De qué se puede hablar con quien dice que está dispuesto a ir tan lejos como su predecesor Puigdemont?
En otro orden está la dimisión o cese, que se conoció el viernes, del responsable de seguridad de Renfe cuando se produjo el accidente del Alvia en Angrois: 80 muertos y un centenar largo de heridos. Las víctimas y la propia dimensión de la tragedia no encontraron hasta ahora en España respuesta a preguntas que deben atenderse por responsabilidad política y de gestión.
Las responsabilidades judiciales ya las deciden los tribunales de justicia. No es normal en un país avanzado y una sociedad abierta el comportamiento que siguió aquí, tras las jornadas de conmoción y luto, de cerrazón absoluta a la transparencia con una investigación técnica independiente, y creíble, sobre Angrois. El nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, ofrece un cambio cualitativo cuando recibe a las víctimas y cuando afirma que sitúa el interés del ministerio de su mismo lado. También la semana inicial de curso deja para toda España las imágenes de la Vuelta por A Mariña lucense como una forma de promoción de este paisaje y de este destino turístico.
La caída de las cifras de turistas en España, que se ofreció esta semana, deberían acelerar la definición y concreción de lo que se llama apuesta por un turismo de calidad: no de masas y sí de recursos. A Mariña está a tiempo de llevar adelante un modelo de atracción para el turismo diferente al que se ve agotado en España. Cuenta con los ingredientes para la calidad.
