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Icomos manda parar

La entidad que tutela la protección de los bienes Patrimonio de la Humanidad vuelve a cuestionar un proyecto urbanístico avalado por el Concello al afectar a la muralla y al Camino
Vista desde la muralla del solar cuya reurbanización cuestiona Icomos. XESÚS PONTE
photo_camera Vista desde la muralla del solar cuya reurbanización cuestiona Icomos. XESÚS PONTE

EL DESARROLLO urbanístico de una ciudad no solo viene marcado por las épocas de bonanza económica, donde el dinero circulante busca rendimiento en un valor desde siempre considerado seguro como es el ladrillo. También la legislación que se aplique desde las instituciones para regular el crecimiento puede contener o agilizar la construcción de nuevos inmuebles y la eliminación de feísmos como solares yermos, calles desalineadas o medianeras al aire.

La voracidad de los tiempos de vacas gordas también deja ejemplos de malas prácticas de promotores, gobernantes y técnicos, quienes para tratar de aprovechar el tirón económico a veces miran para otro lado cuando una urbanización se levanta en los límites de la legalidad.

Un paseo por la ciudad nos sirve para acuñar diversos ejemplos del urbanismo a la carta que se practicó cuando el dinero del ladrillo fluía como un río en invierno. El triángulo sin parques entre los barrios de San Antonio, A Milagrosa y Paradai, la segunda muralla de Fontiñas, la casi tercera de Ronda do Carme, la anarquía constructiva de Acea de Olga o el afán por tener vistas al valle del Miño en el entorno de parque Rosalía, con el Garañón como último despropósito, son la prueba de que, como en una villa marinera, la ciudad creció al amparo de las buenas mareas.

Los sucesivos planes de urbanismo trataron de parchear los rotos, mientras que en el casco histórico la vacuna contra los excesos llegó de la mano de un plan de protección tan rígido que en algunos casos provoca que la rehabilitación de inmuebles sea inviable. De hecho, tuvo que ser la administración la que hubo de acometer la recuperación integral de A Tinería comprando directamente unos inmuebles que para sus propietarios no resultaba rentable recuperar.

Mientras tanto, otras bolsas de suelo del centro delimitadas como unidades de actuación, esperan la larga tramitación de su desarrollo, condicionado cada vez más por la protección que la declaración como Bien Mundial ha dado a la muralla, al Camino Primitivo y a la catedral.

SOLAR POLÉMICO. Una de estas zonas afectadas por el Pepri y por dos de esos patrimonios, el solar de la esquina entre San Roque, la Ronda, Carril das Flores y Montero Ríos, acaba de ser noticia no por un nuevo avance en su reurbanización —es ahora un solar porque en su día se arrasó sin miramiento con cuanto edificio singular había en la parcela—, sino más bien por un nuevo tropiezo.

Tras varios años de negociación entre los propietarios y el Concello, que incluyó una modificación del Pepri en 2019, se pactó una solución que contaba con el visto bueno de la Dirección Xeral de Patrimonio, lo que auguraba un inminente inicio de las obras en una zona inmobiliaria de alto valor. Sin embargo, a las reticencias que en su día ya mostró el Colegio de Arquitectos al proyecto, acaba de su sumarse otra entidad relacionada con la ruta jacobea, el Foro do Camiño y, sobre todo, el Icomos, el organismo que vela por la protección de los bienes Patrimonio de la Humanidad, que en un informe contundente considera que la solución proyectada supone "una afrenta al patrimonio".

El informe llega además con polémica, dado que en uno anterior sobre el cambio del Pepri Icomos daba por bueno el anteproyecto. Sin embargo, los cambios introducidos y, seguramente, la contestación por parte de las citadas entidades parece haber llevado a cambiar su parecer con este proyecto al mismo ente que en su día llegó a abortar con otro informe polémico la construcción del nuevo auditorio en el cuartel de San Fernando.

Lo cierto es que la solución aportada le venía muy bien al Concello y por ende al ciudadanía, ya que supondría la eliminación de una infame pasarela construida provisionalmente hace 20 años mientras se dilucidaba cómo levantar esa urbanización. Sin embargo, el interés por compensar al promotor con edificabilidad ha acabado por romper la baraja de la partida que jugaban la protección patrimonio, la eliminación del feísmo, el desarrollo urbanístico y la rentabilidad inmobiliaria.

Al igual que en el caso de O Garañón, un solar como este, con tantos condicionantes, necesita una solución consensuada y, quizá, menos lucrativa para la propiedad que la que obtendría hace 20 años. O eso o seguir adelante con la tramitación y rezar para que la Unesco no reconsidere el trato dado a la muralla hace ahora dos décadas y que además envíe a la papelera cualquier propuesta para convertir el casco histórico de Lugo en Patrimonio Mundial.

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