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La guerra de dos obispos por renunciar a una fortuna

TUVIMOS EN GALIZA la madre de todas las batallas entre obispos, el famoso pleito Tavera-Fonseca, del que algún día tendremos que ocuparnos no sólo por la posición destacada de los dos obispos litigantes, ni porque allí se dilucidó el pleito más cuantioso de su época, y porque además la transcripción del juicio es la mayor fuente de información que existe sobre las Revoltas Irmandiñas y la posterior Guerra de Sucesión en la que nuestra patria galega perdió toda oportunidad de ocupar el lugar que le correspondía y le corresponde entre los países ibéricos. El pleito que nos ocupa hoy, entre un obispo francés y otro de Ourense, es mucho más cutre pero más original, por cuanto los litigantes no pleiteaban por cobrar, sino por no cobrar.

Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXAAlexandre François de Laurizières Thémines era obispo de Blois, en Francia. Era un tío potente, miembro del Consejo de su Majestad Cristianísima. Además era inmensamente rico, con propiedades en Blois, Querci, Rouen y en Languedoc y una fortuna estimada en 10 millones de reales. Era todo eso y más hasta que durante la Revolución Francesa lo perdió todo y tuvo que exiliarse, como muchos que guardaban posiciones semejantes a la suya. Después de una época dando tumbos por Europa, acabó en Pontevedra, vaya usted a saber cómo. Lo único que le quedaba de su antigua riqueza, aparte de unos pocos dineros, era una formidable biblioteca que había conseguido sacar de Francia y que le acompañaba a todas partes.

Thémines protagonizó una sonada disputa con Quevedo, a la sazón obispo a su vez de Ourense, a propósito de 15.000 reales. Curiosamente, el encontronazo no era para decidir cuál de ellos se quedaba esa cifra, sino para decidir quién no se la quedaba, que no es exactamente lo mismo. Quevedo había hecho llegar los 15.000 reales a Thémines. Thémines insistía en devolver hasta el último céntimo, y Quevedo se negaba a recibirlo. Finalmente hubo un cruce de cartas y acusaciones entre uno y otro.

Sin embargo, tras ese aparente desprendimiento, se encontraba una discusión sobre la posesión de la biblioteca de Thémines.

El caso es que el obispo ourensano Quevedo, enterado de la estrechez con la que vivía el de Blois, había ofrecido comprarle los libros. En principio, Thémines se negó, pues aún iba estirando el dinero que había conseguido sacar de Francia. Pero pasados dos años, Thémines aceptó la oferta. Así que Quevedo mandó un anticipo de 10.000, diciendo al francés que no tuviese prisa en entregar la mercancía hasta que se completara el pago con los 5.000 reales restantes.

Hasta ese momento, todo iba a satisfacción de los prelados, hasta que Thémines recibió una oferta mejor por sus libros, según cuenta él mismo en carta enviada a Quevedo, fechada a 30 de octubre de 1798 y publicada por Juan Manuel Bedoya en su obra: Retrato histórico del Exelcísimo, Excelentísimo e Ilustrísimimo Señor D. Pedro de Quevedo y Quintano, que dice esto: "Don Pedro Acuña me hizo proponer por el señor Irazábal de comprar estos libros; respondí que no eran más míos; pero discurriendo que Vuestra Ilustrísima los había quizás comprado más por mi conveniencia que por la suya, que le consultaría".

Consultado Quevedo, dijo que si Thémines cambiaba de opinión y ya no quería deshacerse de los libros, que se los quedara, y el dinero también. Pero Thémines no podía aceptar esa proposición, pues aparecería como el hombre "que vendió los libros dos veces". Así, ambos se enrocaron. Ninguno quería el dinero y ambos decían tampoco querer ya los libros.

Thémines acusó a Quevedo de haber pagado con dinero desviado de fondos para limosnas. Quevedo contestaba que si lo que Thémines quería eran más limosnas, las ponía a su disposición, y advertía que tuviera mucho cuidado con vender los libros a otro, ya que muchos de esos libros estaban prohibidos y sólo podían permanecer en poder de la iglesia.

Los libros fueron finalmente vendidos a la Universidad de Santiago, donde todavía permanecen, a través de un tal librero Antonio de Sacha. El precio, 16.000 reales, apenas mil más de lo que había pagado por ellos el obispo de Ourense, según nos cuentan Concha Varela Orol y otros en su obra Heterodoxos e malditos: lecturas prohibidas na Universidade de Santiago.

Lamentablemente, tenemos que quedarnos sin saber lo más importante de esta historia: cuál de los dos obispos se quedó finalmente con el dinero. Esta historia a mí siempre me ha hecho mucha gracia, pues más que reflejar una lucha por unos dineros o por unos libros, es la historia de una pelea para resolver cuál de los dos obispos, el de Blois o el de Ourense era el más orgulloso, el más desprendido y cuál de ellos se quedó sin libros y sin dinero. En fin lo importante es que hoy esos libros son de todos, que moriremos sin saber quién ganó esa batalla por renunciar a la biblioteca y a su valor. Dios los tenga en su gloria

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