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La desgraciada historia del Menino Puto

En el caso de Pantaleão encontramos muchos niños violados por el sujeto

HAY COSAS QUE no cambian y otras que cambian para peor. La protección que la Iglesia presta a los sacerdotes pederastas, por ejemplo, no era en otros tiempos tan generosa como lo es hoy, aunque parece que con el nuevo Papa las cosas pueden ir mejorando, no sé.

Tengo esta historia desde hace un montón de años. Hasta hoy me he resistido a publicarla porque es de la clase de las que no me gustan. Incluso he tratado de regalarla a gente que la hubiera escrito mejor que yo, pero nadie la ha querido, supongo que por terrible, quizás por antigua. El caso es que me quema, y la mejor manera de olvidarla es sacándomela de encima de una vez, así que voy allá: Pantaleão da Costa, portugués, natural de Porto, fue detenido y juzgado por el Tribunal del Santo Oficio, la Inquisición, en Lisboa, en junio de 1655, acusado de sodomía. Aunque por aquellos tiempos no se hacían distinciones en función de la edad de los pecadores, el hecho de ser muchas de su víctimas, por no decir todas, de edades menores debió influir en la instrucción del proceso. Sodomía era sodomía. Pero en el caso de Pantaleão encontramos muchos niños violados por el sujeto, algunos de ellos pertenecientes a familias de la nobleza portuguesa, por lo que el asunto debió ser sonado en su día, aunque extrañamente no encontramos más textos que se refieran al caso, salvo la documentación del proceso, que ocupa un total de 152 páginas. Por el juzgado desfilaron para testificar muchos miembros de la crema de la sociedad portuguesa del momento, todos ellos contra el acusado. Contaron con todo lujo de detalles las prácticas abusivas del pederasta violador, que habían comenzado muchos años atrás, en una carrera que nada tendría que envidiar a la de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

MxPantaleão da Costa tenía dos sobrenombres: O Galego y Menino Puto. El primero le venía quizás de su paso por el Mosteiro de Poio, donde había profesado como fraile tras enviudar en Portugal, aunque puede que además tuviese orígenes gallegos, ya que aparte de ese apellido paterno tenemos los de su madre, Pereira de Andrade, ambos muy comunes en Galicia. Su nombre religioso, Pêro da Costa.

El personaje había vivido en Porto y en Lisboa y tras su paso por Poio como fraile benedictino regresó a Portugal, donde la Santa Inquisición puso fin a su infame trayectoria. No conocemos casos de violaciones hechas por el Menino Puto en la zona de Poio, aunque se pueden dar casi por seguras, ya que en Portugal se comprueban muchas antes y después de su etapa en Galicia, así que juraría que por aquí dejó un reguero de víctimas. Es verdad que mantuvo su actividad depredadora durante años, en los que se le dejó hacer, pero también lo es que finalmente fue apresado, juzgado y condenado.

Pantaleão era hijo de Miguel da Costa, hacendado portugués y los apellidos de la madre lo hacen miembro de la poderosa familia Andrade, y por tanto como mínimo un tipo de buena familia.

Quien quiera detalles sobre el proceso, los tiene en los magníficos archivos da Torre do Tombo, con la siguiente referencia: PT/TT/ TSO-IL/028/03315. Ahí puede usted leer los testimonios de todos los declarantes, si es que le apetece. A mí no me apetecería, ya se lo digo, que con dos o tres de ellos quedé tan espantado que traté de olvidarme de esta historia, cosa que nunca logré. Tampoco es que los relatos detallados de violaciones de menores sean una cuestión que a nadie le agrade leer, pero en fin, ahí están.

La Torre do Tombo, que guarda los archivos portugueses ardió en una ocasión, o en dos si no recuerdo mal, quemándose buena parte de la Historia portuguesa. Pues mire usted por dónde, el caso del Menino Puto se salvó, quizá para que tomáramos nota de cómo luchar con esta lacra que, como se ve, no es cosa de hace unas décadas, sino que viene de atrás, de muy atrás, de mucho antes que el caso del Menino Puto. Desgraciadamente, en la Iglesia, estos depredadores han encontrado cobijo a lo largo de los siglos, y en muchos casos siguen recibiendo la protección de la Iglesia, hoy mismo, que es la cosa menos cristiana que se ha hecho jamás.

Y ya me he sacado de encima esta historia impresentable.

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