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Las diputaciones gallegas, Elon Musk y Dios

Manuel Baltar. CARLOS CASTRO-EUROPA PRESS
photo_camera Manuel Baltar. CARLOS CASTRO-EUROPA PRESS

Las diputaciones son instituciones atávicas que carecen de todo sentido en un Estado autonómico como en español. El sistema de elección es estúpido. Siguiendo los resultados de las municipales, a cada partido se le asignan las actas que le corresponden y luego, ya en plan rollo interno, cada partido decide quiénes van a ser sus diputados, y el que tenga más elige al presidente, que a su vez es designado a dedo por su partido. Un despropósito, por no hablar de los departamentos judiciales, que actúan como circunscripciones, que sólo sirven para que el resultado no tenga mucho que ver con quién ha ganado las elecciones.

Pero están ahí, mueven un montón de millones y son, tras el Gobierno autonómico, las administraciones más poderosas. Ya que existen, que no debieran, la elección debería ser directa, que lo mismo da meter una papeleta en una urna que meter dos. La provincia entera tendría que ser una única circunscripción. El caso es que currarse una victoria en una Deputación es muy complicado, porque nadie vota a su alcalde pensando en quién gobernará la provincia. No es posible hacer campaña para una Deputación, porque nadie se presenta a presidirla, y no es fácil saber dónde se puede ganar o perder un acta. Son escenarios endiablados que hay que pelear metro a metro durante mucho tiempo, como en la batalla de Bajmut, valga la inoportuna comparación. Como en Galiza sólo hay cuatro, imagínese la importancia que tienen.

Al PP le llevó ocho largos años recuperar la de Pontevedra. Cuando Rafael Louzán la perdió y lo dejó todo para hacerse futbolista, Alfonso Rueda cedió la Secretaría Xeral del PP para ocupar la presidencia provincial y emprender una travesía por el desierto que completó Luis López, que le llamamos Lugués no sé por qué, y que se hizo con el PP provincial cuando Rueda tomó posesión como presidente de Galiza. Mucho trabajo hubo ahí. Carmela Silva, la gran perdedora de la noche, lleva desde entonces poniendo tuits como si cada uno fuera el último, no vaya a ser que Elon Musk decida cerrar Twitter antes de que Silva comparta su último pensamiento. Hay que asimilarlo, presi, que sabes que te quiero.

En Lugo, la revalidaron el PSOE y el BNG por 200 votos. Hubo infartos hasta que se recontaron los papeletas del correo y las nulos, que no cambiaron esa victoria ajustada. En A Coruña también se la quedan socialistas y nacionalistas. El PSOE perdió un diputado pero el BNG ganó dos, así que tan contentos. Fue el resultado menos sorpresivo.

Y luego está Ourense. Lo de Ourense es maravilloso. La Deputación la ganó el PP , como siempre, pero necesita a Gonzalo Jácome, ese señor gracioso que dice tonterías cada vez que tiene ocasión, que al parecer es siempre. A su vez, Jácome ganó holgadamente las municipales en la capital, o sea que quiere ser alcalde otra vez. Pero resulta que eso solamente lo puede impedir un pacto contranatura entre PP , PSOE y BNG. Claro, el candidato del PP , un tal Cabezas, quiere que el BNG lo haga alcalde, cosa que no es posible por razones obvias. El tal Cabezas convocó a los cabezas de lista de los otros dos partidos para cortarle la cabeza a Jácome, pero no fueron a la reunión porque lo que más les interesa a todos es la cabeza de Baltar, pero la cabeza de Baltar está en manos de Jácome, que no la entregará si no le dejan ser alcalde. A su vez, Baltar es un quebradero de cabeza para el PP porque no es capaz de sentar cabeza, que en eso salió al padre.

El clan Baltar y cómo ha conformado un territorio independiente, es una cosa de locos. De aquellos barones como Cuíña, Cacharro y Baltar, sólo nos queda un hijo, pero haga lo que haga tiene vía libre. Tanto dan las escuchas a su hermano en la que habla de chanchullos familiares; las multas por conducir como un niñato tarado; y aquellas otras grabaciones en las que hablaba con una mujer a la que le había prometido un trabajo a cambio de sexo. Nadie puede con Baltar porque su familia lleva décadas tejiendo una red clientelar en toda la provincia. O acepta voluntariamente una retirada, cosa que dudo, o no hay quien lo eche, porque buena parte del PP ourensano se rebelaría a su lado y la pueden liar muy gorda.

La única opción real de echar a Baltar pasa por que que al menos los socialistas negocien con Jácome, pero para que eso suceda el PP tendría que sacrificar la Deputación y sus opciones a la alcaldía, cosa que es mucho ceder, por lo que también se verán abocados a negociar con el de Democracia Ourensana si quieren conservar la Deputación.

Un lío del demonio que previsiblemente acabará en la reedición de un pacto entre Baltar y Jácome, otro elemento al que hemos oído hablar de dinero a cambio de concesiones y que, por cierto, también tiene multas de tráfico que intentó endilgar a dos funcionarios. Si es que Baltar y Jácome son tal para cual. Nacieron para entenderse. Lo que Dios ha hecho, que no lo deshaga el hombre.

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