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Pedro Sánchez el persistente

Persistencia puede confundirse con tesón, insistencia, firmeza, terquedad o testarudez. Hay diccionarios de sinónimos para los que todo es lo mismo, y por eso es difícil saber por qué Pedro Sánchez no parece estar a gusto cuando le llevan la contraria. Igual es persistente o lo mismo es testarudo. Cuando su Comité Federal le hizo dimitir por negarse a la investidura de Rajoy y tratar de formar gobierno con Podemos y los nacionalistas, aceptó la derrota de mala gana, renunció hasta a su escaño y se puso a recorrer España vendiendo su "no, es no", que no es lo mismo que el mal escrito "no es no", pues como sabemos esto último sería un sí clamoroso. Hasta que ganó las primarias, recuperó el mando del PSOE y acabó de presidente precisamente pactando con los mismos con los que el partido le había prohibido pactar, no cesó en su testarudez.

Llegó a donde llegó llevando la contraria a su organización y demostrando que es terco como una mula. Bien asesorado, eso sí, demostró que aquellos pactos eran posibles. Ganó la moción de censura a Rajoy y gobernó unos meses con un presupuesto heredado, hasta que el nuevo, el suyo, fue rechazado por la misma cámara que lo llevó a gobernar España.

Confía en la división de la derecha, en el "o ellos, los fachas, o nosotros los buenos" y en que las matemáticas le den más de una opción de pactos mientras cualquier oportunidad de sus rivales pasa por negociar con la ultraderecha de Vox. Ésa es su gran baza y nunca se ha expresado con tanta contundencia aquello de "yo o el caos".

Sánchez es otro político profesional como casi todos sus contrincantes, basa buena parte de su atractivo en el carisma, la talla, la sonrisa y una perfecta dicción con la que ofrece discursos sin contenido. Poca cosa, pero suficiente a la vista de que los demás ofrecen lo mismo pero peor. Su experiencia de gestión se centra en los pocos meses en que ha ejercido la presidencia. Presume de una ideología de izquierdas de la que ha dado pocas muestras, casi todas tras convocar las elecciones. Se le acusa de oportunista, de opulento, de paleto, de hortera, de nuevo rico. Puede tener un poco de cada cosa, pero no más que quienes le han precedido, con la excepción de Zapatero, que era otras cosas pero no éstas. El talante de Zapatero murió en España con Zapatero porque era algo propio de él. Zapatero es una especie de asceta que acabará sus días meditando y comiendo raíces en una ermita, hágame caso.

Que Sánchez, según todos los indicios y todas las encuestas vaya a ser el candidato más apoyado por el pueblo, da una buena idea de cuál es el nivel de esta competición. Se le votará por firme, por perseverante por testarudo o por terco y eso, diría yo, no son necesariamente grandes virtudes pero al menos son algo mejor que votarle por guapo, por alto o por sonriente. Quienes salvarán a Sánchez, si es que con algo se salva, serán sus rivales de la derecha, empeñados en vendernos una España en la que ETA sigue asesinando, las mujeres matan a los hombres y los inmigrantes vienen a poner bombas. Esto último se lo medio copié a Diana López Varela, que estuvimos este finde bautizando a nuestro sobrino londinense y le pusimos como nombre DJ Mr. Man Hashim , lo mismo que Sánchez se hizo llamar Pdr en su día. Pues eso, que lo que salvará a Pdr no será la persistencia, sino el miedo de quien vota a que ganen los otros. Los Otros.

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