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Talento y generosidad

Los partidos se afanan para formar las mejores listas de cara a las elecciones locales

ESTA SEMANA han anunciado su marcha de la primera línea política dos concejales del Ayuntamiento de Lugo con muchos años de experiencia a sus espaldas. Uno es del Partido Popular y la otra del PSdeG. Cada uno ha tenido su papel. Enrique Rozas ha estado todos estos años ejerciendo como miembro de la oposición. Carmen Basadre ha formado parte del gobierno municipal desde 1999. Con su retirada, después de las elecciones locales de mayo, se pone fin, en cierta medida, a un ciclo en la administración local. Son, probablemente, los últimos de un grupo de concejales que marcaron la agenda pública en la capital lucense durante las dos últimas décadas. Eso no es ni bueno ni malo. La renovación en los partidos y al frente de las propias instituciones no solo es necesaria, sino también recomendable. Tiene que ser muy difícil para las propias organizaciones motivar a la gente joven, especialmente a aquella que realmente tiene talento, para que dé un paso al frente y se sume a sus respectivos proyectos si aquellos que llevan varios lustros en puestos de responsabilidad no se avienen a soltar lastre y a dejar paso a los que vienen detrás. Sucede también en otros ámbitos de la vida. Sin despreciar, ni mucho menos, el valor de la veteranía, la llegada de personas nuevas cada cierto tiempo a cargos de responsabilidad debería traer consigo un impulso a la propia acción de las formaciones políticas. Al menos, debería suponer la llegada de ideas frescas, de perspectivas renovadas y de mayor vitalidad. Esa es la teoría. Ahora bien, en la práctica, para que eso suceda, los que se incorporan deberían igualar, y si es posible mejorar, lo que ya había. Y eso no siempre es fácil. Es cierto que a veces no hace falta mucho, pero no lo es menos que algunos individuos son irrepetibles.

Este último mandato ha sido movido en el Ayuntamiento de Lugo. Para muestra nos basta un botón. Ninguno de los tres candidatos que encabezaron las listas de los tres partidos más votados han sido capaces de cumplir el contrato de cuatro años que suscribieron con la gente que les brindó su apoyo. José López Orozco, alcalde desde 1999, se despidió a las primeras de cambio, porque Lugonovo y el BNG exigieron su cabeza para apoyar la investidura de un regidor socialista. También dejó el grupo municipal del Partido Popular su portavoz, Jaime Castiñeira, el primero de la candidatura y la persona a la que le faltaron unos cientos de votos para conseguir la mayoría absoluta en los anteriores comicios. Por el camino también se quedó Santiago Fernández Rocha, un hombre conciliador, incapaz de poner orden en su propia casa. A la lista de dimisionarios se sumaron ademas los ediles José Manuel Díaz Grandío -después de dieciséis años como concejal- y Juan Carlos González Santín, exsecretario general del PSdeG, este último por sus desavenencias con Besteiro.

Todos los partidos se afanan ahora para conformar sus respectivas listas. Es un proceso complicado. En algunos sobra gente, especialmente para los puestos de salida, pero en otros falta tropa para darle forma a una candidatura completa. En el caso de las formaciones tradicionales, hay demasiados aspirantes para pocos puestos con perspectivas de conseguir acta de concejal. Es imposible contentarlos a todos. Siempre queda la habitual nómina de cabreados. Se reproducen situaciones tensas en el seno de las propias organizaciones. Luchas veladas, o no tanto, y duelos subterráneos que dejan heridas, más o menos profundas. Algunas, de hecho, nunca llegan a cicatrizar. Producen una especie de dolor sordo que se perpetúa en el tiempo y provoca un malestar crónico. Es una batalla de egos, de intereses personales, de supuestos derechos adquiridos y, por supuesto, de perspectiva. Entre los veteranos hay quienes piensan que su trayectoria es colchón suficiente para mantenerles de forma indefinida la reserva de plaza. Los que claman por su oportunidad ven la realidad de forma muy diferente. Piden paso, aún a sabiendas de que ello implica jubilar a unas cuantas vacas sagradas. Con todo, los que siempre juegan este tipo de partidas con el cuchillo entre los dientes son aquellos que no tienen más profesión que la política. En su caso, no hay red que pare la caída.

Hace unas semanas, uno de los aspirantes ya confirmados a la alcaldía de Lugo me decía que al final puede haber diez o doce listas en las municipales de mayo. Son necesarias, por lo tanto, unas trescientas personas solo para configurar las propias candidaturas. Hay que convencer a mucha gente para que decida implicarse hasta ese punto con unas siglas políticas. El premio es limitado. Solo veinticinco personas tendrán sitio en la corporación municipal. Lo ideal sería que todas ellas tuviesen las aptitudes necesarias para asumir, llegado el momento, su responsabilidad, como gobierno o como oposición. Tampoco estaría de más una auténtica vocación de servicio público.

Seguramente es mucho pedir. Entre tanta gente habrá de todo. El talento y la generosidad son bienes escasos, especialmente cuando van unidos, y lamentablemente no siempre florecen al calor de la política.

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