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Juego de lealtades

A VECES me pregunto si ellos se lo preguntan. Si alguna vez se cuestionan el origen primigenio de su propia condición y, por lo tanto, el objeto indirecto de su lealtad. Los conflictos de intereses son circunstancias inherentes al ejercicio de la propia actividad política. No somos seres planos. Somos figuras poliédricas con infinidad de aristas. Nuestros representantes son nietos, hijos, hermanos, padres, vecinos y miembros de una comunidad, sea cuál sea. También pueden ser médicos, mecánicos o taxistas; empresarios, trabajadores por cuenta ajena o funcionarios. Y, además de todo eso, son políticos. Algunos no han conocido otro trabajo en su vida. Otros, en cambio, han aterrizado en la vida pública después de haber desarrollado una carrera profesional paralela, con más o menos éxito. Después están los pensamientos íntimos de cada uno. A fin de cuentas, las convicciones, las creencias o las ideas de cada individuo no tienen por qué coincidir siempre y en cualquier circunstancia con el argumentario de las siglas a las que pertenece. Deberían hacerlo los principios, al menos, porque lo contrario sería engañarse a sí mismo y, por extensión, a todos los demás. En todo caso, el asunto que nos ocupa es más concreto. Lo que me genera dudas es a quién ligan su fidelidad aquellos que juran o prometen su cargo electo. Con quién se comprometen en última instancia. Con el partido que los pone, con aquellos que los colocan en una lista para ser sometidos al juicio inapelable de las urnas, o con aquellos otros que, con su voto, hacen posible su elección. A quién sirven, al pueblo o a la organización de la que forman parte. Qué fue antes, el huevo o la gallina. La respuesta no es sencilla. En todo caso, para llegar a ella, primero hay que plantear, en este caso plantearse, la pregunta. Por ello, de vez en cuando, me pregunto si se lo preguntan.

Me ha pasado estos días. A pesar de la importancia que última instancia puede tener para su vida cotidiana, supongo a la que a la mayoría de la gente le importa un pimiento la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado. Los que estamos inmersos a diario en el fuego cruzado de los partidos difícilmente podemos abstraernos de los reproches que se lanzan unos a otros.

No sé si tengo los conocimientos y la información suficiente para poder juzgar la propuesta que ha presentado la tropa de Pedro Sánchez. Las cifras bailan en función de quién las maneja. La mayoría, salvo los socialistas, coinciden eso sí en que no es buena para nuestra provincia. Las inversiones consignadas bajan cerca de un 20%, cuando suben en la media del Estado. Precisaba el portavoz parlamentario de En Marea, Luis Villares, que la diferencia entre lo que no se gastará aquí y la subida prevista para otros lugares se sitúa en 38 puntos, casi un 40%. Es mucho. Vino a Lugo para decir que sus compañeros en el Congreso no apoyarán, en esos términos, el documento elaborado por el Gobierno. Que no admitirán que se le sise dinero a los lucenses para sofocar con el agua de sus ríos las hogueras encendidas en otras latitudes del territorio patrio. Está bien. Sucede que algunos se preguntaban esta semana dónde estaban esos diputados cuando, supuestamente, los socialistas negociaron esas cuentas con sus socios de Podemos.

Le afean que reclame ahora lo que no ha sido capaz de ejecutar en los últimos siete años, pero el Partido Popular buscó un acuerdo unánime en la Diputación para rechazar el presupuesto. Puro postureo. Teatro sin más poso que la propia puesta en escena. Sabia perfectamente que los socialistas de Lugo no iban a ponerse estupendos y cuestionar unas cuentas que sus diputados y senadores tendrán que apoyar en las Cortes. El presidente de la institución justificó su apoyo a los PGE en el hecho de que permitirán una subida de las pensiones. Campos precisó que en nuestra provincia hay muchos jubilados. Alguien le recordó que también hay gente retirada en otros lugares, donde sube «sustancialmente» la inversión del Estado. Le aclararon que la revalorización de los subsidios es un derecho constitucional y que ese no puede ser un argumento para defender la propuesta del presidente Sánchez. Es la financiación de proyectos productivos e infraestructuras lo que permite crear riqueza, puestos de trabajo y la convergencia de nuestra tierra con comunidades más ricas. Donde también hay gente mayor, por cierto.

El BNG criticó la propuesta de los socialistas porque consolida la trayectoria «descendente» de las inversiones del Estado en Galicia y en Lugo. Eso sí, los nacionalistas quisieron desmarcarse convenientemente de los populares. Establecer una especie de cordón sanitario. Dijo Antonio Veiga que los representantes del PP y del PSOE censuran las cuentas cuando no son ellos los que gobiernan en Madrid. Ellos, en cambio, lo hicieron «siempre» que no fueron buenas para nuestra provincia. Porque nunca llegaron a gobernar, le faltó decir.

No puedo evitarlo. A veces me pregunto si se lo preguntan. Solo de vez en cuando. Normalmente lo tengo bastante claro. A tenor de lo que veo y escucho, creo que ellos también.

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