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A dar el callo

El Gobierno afronta la petición de equiparar permisos de paternidad y maternidad

TENEMOS NUEVO GOBIERNO. Contra todo pronóstico, es cierto. El líder de los socialistas hizo un movimiento audaz y le ha salido bien. Ahora es presidente y se ha rodeado de un grupo de ministros con el que pretende mantenerse al frente del país durante los próximos dos años. Cuestionar la legimitidad del nuevo ejecutivo es absurdo. Si el actual sistema de organización política no vale, habrá que cambiarlo. De nada sirve quejarse cuando a uno no le salen las cosas como quisiera. Con nuestro modelo de representación parlamentaria, no manda quien consigue más votos o más escaños en las elecciones. El propio Rajoy fue el que cosechó más apoyos en los últimos comicios generales, pero también estaba en minoría. Ya se sabe. Llegan al poder aquellos que son capaces de constituir una mayoría en el Congreso de los Diputados. Con el bipartidismo que ha imperado en décadas seriamente tocado, a los partidos tradicionales y a los de nuevo cuño no les queda más remedio que hablar y entenderse. Buscar acuerdos y pactar. La posibilidad de formar alianzas cotiza al alza, porque ahora ya no basta con llegar primero a la meta.

Ahora toca gobernar. Y hacerlo con poco más de ochenta diputados. El nuevo presidente y su flamante corte de ministros tendrán que hacer gestos. Habrá que cambiar cosas y hacerlo, además, con agilidad. Uno de los problemas más graves que padece nuestro país es la deprimente curva demográfica. El envejecimiento de la población, que es también un mal endémico en el ámbito europeo. Podemos ha aprovechado la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa para reclamarle al nuevo ejecutivo que iguale los permisos de maternidad y paternidad. No sé si será posible, pero sin duda constituiría un notable golpe de efecto. Cualquier avance que signifique mejorar lo actual sería, de hecho, un paso adelante. Hay que recordar que la conquista de derechos sociales casi siempre es lenta. Nadie regala nada y nada es irreversible. Hasta 2007, los padres ni siquiera teníamos unos días libres para ayudar a nuestros hijos a instalarse en este perro mundo. Desde 2016, disfrutamos de una dispensa de trece jornadas, que ahora llega a un mes, con la última ampliación. Lo que se plantea ahora es mucho más que todo eso. Es un verdadero cambio de modelo. Una exención laboral de 16 semanas para ambos progenitores, una licencia que además sería personal, remunerada e intransferible. Un salto para el que se requiere valentía, voluntad política y tener las cosas claras. También apoyos parlamentarios y dinero, por supuesto.

Es posible que ni una iniciativa de semejante calado sea suficiente para darle la vuelta a nuestro particular drama vegetativo. En cualquier caso, toda ayuda es poca. Esta semana charlaba con una pareja que tiene un único hijo sobre los cambios que lleva asociados la llegada de un retoño a la vida de sus padres. Confesaban ambos que seguramente no aumentarán su prole. No lo tienen en mente, al menos. El motivo principal es la dificultad que tienen para conciliar su vida laboral y familiar. Sin posibilidad de tirar de los abuelos y con los dos trabajando, se les hace bastante cuesta arriba la crianza. Los niños van a la guardería y cuando cumplen tres años empiezan en el colegio, pero también hay que dedicarles tiempo en casa. Estar atentos a sus horarios, a sus rutinas. Cubrir sus necesidades vitales, pero también afectivas. Hablamos de horas o incluso de minutos que son un bien sumamente preciado cuando los horarios laborales se prolongan. Los días se hacen demasiado cortos para abarcar todo lo que hay que hacer. Facilitar ese tránsito supone mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y, consecuentemente, asentar sobre cimientos más sólidos el llamado estado del bienestar. Es una forma, si se me permite la licencia, de proyectarlo hacia el futuro. Sin críos no existe tal cosa.

Avanzar en esa dirección tiene, por otra parte, una doble lectura. La posibilidad de que padres y madres disfruten del mismo período de permiso por el nacimiento de un hijo supone también un cambio importante a favor de la igualdad y de la equiparación laboral entre personas de diferente sexo. Quedaría menguada la desventaja con la que se encuentran muchas mujeres jóvenes a la hora de acceder a un trabajo cuando compiten con los varones.

Se calcula que extender el permiso por paternidad hasta las 16 semanas podría tener un coste próximo a los 1.700 millones de euros. Es mucho dinero, pero a lo mejor no es tanto sin contribuye de algún modo a atajar esa enfermedad, lenta y silenciosa, que está matando poco a poco nuestro modo de vida. El Instituto de Política Familiar alertaba en la sede del Parlamento Europeo, en Bruselas, de que Europa camina hacia su propio "suicido demográfico". El panorama aquí es incluso un poco peor. A la inestabilidad y precariedad de nuestro mercado laboral se une el hecho de que nuestro país es el que menos ayudas dedica a la familia.

El nuevo gobierno tiene que ponerse a trabajar. No es lo mismo predicar que dar trigo. Tiene que tener claras sus prioridades. Deberes no le faltan para empezar a dar el callo.

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