Blogue | Patio de luces

Cuídate y cuida de los demás

Entre tanto buenismo y mensajes edulcorados, a veces la realidad te da una bofetada

NO SIEMPRE ES BUENO tener razón. A veces es mucho mejor equivocarse. Pensar mal y no acertar. A diferencia de lo que algunos pretenden hacernos creer, no tengo nada claro que esta pandemia esté sacando lo mejor de nosotros mismos. Por supuesto, discrepo de forma rotunda de aquellos que dicen que cuando salgamos de este agujero en el que estamos metidos seremos mejores y más fuertes. Eso es tanto como hablar por no cerrar el pico. Los malos, que no son pocos, seguramente se volverán peores. Creo que los malnacidos seguirán siéndolo. No hay vacuna inventada para eso. Honestamente, dudo de que el egoísmo que exhiben a diario muchos de los individuos con los que convivimos se vaya a transmutar en generosidad perpetua hacia sus semejantes por obra y gracia de una cuarentena. Sea más o menos prolongado el aislamiento. Los cobardes y miserables no se van a convertir de repente en valientes ciudadanos al servicio de la comunidad. Para cambiar la forma de pensar y de proceder de determinados personajes posiblemente se quedase corto el cataclismo que se cepilló a los dinosaurios. En el fondo, somos todos un poco falsetes. No puede uno pasarse el día con el cuchillo entre los dientes. A veces hay que mirar hacia otro lado y silbar. Tragar bilis. Quizás por eso asumimos y aceptamos la hipocresía que nos rodea. Como un mal menor.

Estos días, en los que tanto se nos recomienda que nos cuidemos y que cuidemos de los demás, podemos contemplar muy cerca de nosotros episodios que nos devuelven de forma abrupta a la realidad. Vivimos en una sociedad cada vez más deshumanizada y cruel. Egoísta y egocéntrica. No deja de pensarlo una buena amiga que tuvo un percance a principios de semana en pleno centro de Lugo. Era un lunes cualquiera, día laborable, a las doce del mediodía. Caminaba por la Praza do Ferrol, al igual que decenas de vecinos de la ciudad a esa misma hora. Tropezó y se torció un pie. El dolor fue intenso. Un latigazo. Sintió que se mareaba y se tiró al suelo para evitar caerse de golpe. A pesar de que se sentía francamente mal, pudo sacar el móvil del bolso para llamar a su novio, que trabaja en la zona de San Roque. Le contó lo que le había pasado y le pidió que se acercase lo antes posible, porque era incapaz de moverse.

Como se encontraba tan mal, se sacó la mascarilla para poder tomar algo de aire. No sabe exactamente cuánto tiempo estuvo tirada en el suelo. Fueron en todo caso muchos minutos. Suficientes para que su pareja saliese de su trabajo y recorriese el casco histórico desde la Porta de Santiago hasta casi la San Fernando. Fueron momentos angustiosos para ella. En todo ese intervalo, recuerda que pasaron muchas personas a su lado, pero ninguna tuvo a bien pararse para preguntarle si necesitaba ayuda. Nadie se acercó para echarle una mano. Allí se quedo, tirada en plena calle, a pocos metros de la cola que formaban los clientes de una entidad bancaria, hasta que llegó su novio, que vino a toda prisa desde San Roque.

No fue nada. Se recuperó. Solamente fue un susto y una experiencia desagradable. Está bien, pero muy decepcionada. Indignada con sus semejantes. Entre tanto mensaje edulcorado hasta la náusea y tanto buenismo de postín, la realidad le ha dado una buena bofetada en la cara. Mientras escuchamos a diario, a cuenta de la pandemia, la importancia de ser responsables y de cuidar unos de los otros, ella no sabe si aún seguiría tirada en la Praza do Ferrol si su pareja no hubiese ido a ayudarla. Sin duda, es injusto generalizar, pero en este momento se ha quedado con la idea de que "si te pasa algo, te dejan morir en la calle".

No está estos días para aplausos fáciles ni para frases hechas. Cuídate y cuida de los demás. "Y una mierda", dice.