Blogue | Patio de luces

A la contra

Los encontronazos y desavenencias entre instituciones de distinto color político perjudican a nuestra ciudad

ME GUSTA EL FÚTBOL. Mucho. Está bien verlo por la tele o escuchar el desarrollo de un partido por la radio, pero es todavía mucho mejor bajar cada quince días al Anxo Carro para disfrutar, o sufrir, en compañía de amigos y de cientos de personas que comparten contigo el amor hacia unos colores. Que tu equipo gane no influye en el precio de la luz, en la evolución de la pandemia ni en una necesaria rebaja de la inflación que vacía nuestros bolsillos. Pero regresas a casa un poco más contento, lo cual no es poco en los tiempos que corren. Puede que sea una felicidad efímera. Frívola, incluso, por su futilidad, pero no conviene despreciar los momentos de dicha por breves y fugaces que sean. Desde luego que no. Algo hemos aprendido sobre eso en los dos últimos años. O deberíamos. 

Tiene sus miserias, como toda obra humana, pero es un deporte entretenido. Combina estrategia con músculo, talento y habilidad personal. Hay muchas formas de jugar, seguramente tantas como entrenadores, pero los señores expertos del balompié contraponen a menudo dos modelos, el de los equipos que construyen su juego a partir de la posesión del esférico y el de aquellos otros que prefieren entregarle el manejo del balón al contrario y salen como flechas al contragolpe para coger a la defensa en paños menores cuando recuperan la pelota. No sabría decir cuál de los dos es mejor. Ejemplos sobran de clubes de fútbol que lo han ganado casi todo con uno u otro estilo. Por supuesto, también los ha habido que han rozado la excelencia al ser capaces de combinar ambas posibilidades.

A veces la política no es muy diferente del fútbol. También hay forofos, hinchas razonables en todos los partidos y un grupo de personas que son las que realmente saltan al campo para mover el balón. Profesionales, que viven de ello. Seguramente, hay también muchas formas de ejercer la actividad pública. De todas maneras, para no perder el hilo argumental, podemos resumirlas en dos o tres. Hay quienes construyen su proyecto a partir de una hoja de ruta centrada en un programa con unas actuaciones concretas a desarrollar desde los respectivos gobiernos. Por supuesto, no faltan aquellos que se sienten más cómodos jugando a la contra, con el ejercicio de una especie victimismo perenne, que excluye cualquier tipo de autocrítica y se alimenta de la confrontación institucional para sacar unos pírricos réditos electorales. Seguramente, son mayoría aquellos que combinan lo uno y lo otro, en función del momento y de las circunstancias.

Lo que ha sucedido con el proyecto para rehabilitar la Casa da Torre, el antiguo hospital de San Miguel, ese edificio ruinoso que está pegado a la Muralla en la zona de A Tinería, es absolutamente lamentable. La Xunta anuncia que ha iniciado los trámites para rescindir el contrato ya adjudicado de la obra. Una actuación que superaba el medio millón de euros. Culpa de la situación al cambio de criterio del Ayuntamiento de Lugo y al retraso en la concesión de la licencia para ejecutar los trabajos. Dice que la empresa concesionaria lleva trece meses esperando para empezar a mover piedras. Sea como fuere, la ciudad pierde la oportunidad -y el dinero- para realizar una intervención importante en un lugar especialmente sensible. Como si nos sobrasen los recursos.

Por desgracia, los encontronazos entre instituciones no son nuevos en esta ciudad. Es realmente sonrojante que, tras gastarse unos 23 millones de euros, el nuevo auditorio siga cerrado a cal y canto, deteriorándose, envejeciendo antes de haber nacido a la vida cultural de Lugo. Resulta difícil de explicar lo que está sucediendo con la estación intermodal, con la tramitación administrativa en pañales por desavenencias entre unos y otros. Las comparaciones con otras urbes gallegas son algo más que odiosas. Seguramente, son humillantes. Y en el Cuartel de San Fernando, de momento, ni Parador ni Museo da Romanización.

Desconozco cuáles son los beneficios o réditos de jugar a la contra para aquellos que promueven y alimentan ese tipo de política. No sé quién gana. Lo que tengo claro es quien pierde. Nosotros. Los ciudadanos. Los de siempre.

Comentarios