Blogue | Recto verso

Peligro de incendio

Alta preocupación en Ribadeo por los reiterados conatos registrados en el mismo lugar

Incendio forestal en Piñeiro, Ribadeo. AMA
photo_camera Incendio forestal en Piñeiro, Ribadeo. AMA

TODO SE ACABA. Hasta las olas de calor en pleno febrero. Hace justamente quince días publicamos una información en la que, a mediados de febrero, localizamos a Vilanova de Lourenzá prácticamente a 25 grados. Este domingo comenzó todo a girar. En otra página aquí cerca pueden informarse, pero lo que importa de verdad es que poco a poco llegan estos finales de invierno que nos regala el cambio climático. Antes el invierno era el yunque y febrero el martillo. Ahora todo es plastilina o exageraciones. Desde el punto de vista climatológico, claro.

No es que echemos en falta una buena nevada, que desde luego que la echamos, es que nos sobran días de veinte grados desde enero en adelante.

Y de repente llegan jornadas como la de este domingo: locuras de un viento que no comprendemos porque se nos antoja fuera de lugar, fuera de época. Un temporal que no sabemos descifrar.

Y aunque marzo acaba de arrancar, el domingo ya les contamos un incendio forestal. Hay que pararse en él un momento. Fue en Ribadeo, en una zona boscosa del municipio que se inclina hacia la Ría de Ribadeo hasta que queda literalmente sumergida en ella. No es la primera, la segunda, la tercera, ni la cuarta vez que surge un conato de incendio en ese lugar. No hace falta ser el inspector de una compañía de seguros para deducir que esa cantidad sobrepasa con mucho el límite de la casualidad para meternos en el cenagoso terreno de la intencionalidad.

Cuando estaba en el instituto hubo un enorme incendio que vino de esa zona. Fue un incendio de esos que salen de vez en cuando en el Telediario pero en lugares como California o el centro de Portugal: un fuego de llamarada viva e inmisericorde contra el que parece imposible enfrentarse. Lo parece porque lo es. Llega un hidroavión que descarga su panza de agua sobre una lengua de fuego de 500 metros de longitud y es como si el agua se evaporase antes de llegar a tocar el suelo. Aquel día fue muy impresionante y creo que a todos se nos quedó grabado.

Lo primero que pasó es que el cielo se puso naranja primero, a lo lejos, y luego se fue oscureciendo. No fue de repente. Primero veías una nube negra hacia el sur y percibías perfectamente cómo avanzaba hacia el pueblo, hasta que, efectivamente, acabó llegando y, como en los mejores relatos de la Edad Media, oscureció el sol, que aparecía redondeado como una moneda de cinco pesetas colgando allá arriba sin función alguna. Pero ya digo que la cosa fue peliaguda, así que no acabó ahí. Pasadas unas horas comenzaron a llover pequeños restos del incendio arrastrados por el viento y de nuevo el cielo se puso naranja, pero ya mucho más cerca. Tanto que casi podías tocar esa naranja ondulante. Todo esto en medio de sirenas que iban y venían enloquecidas e hidroaviones que no paraban de amerizar en la ría para coger agua. Y así pasamos dos días hasta que el fuego llegó a las puertas mismas del pueblo. También recuerdo la sensación de alivio que se vivió cuando se sofocó y el aire volvió a estar limpio. Al final, eso fue lo que más me impactó: la sensación de recuperar el oxígeno. Después fui por allí y todo era horroroso. Fue mi primer monte quemado: ibas en el coche kilómetros y kilómetros y todo era ceniza humeante y troncos negros y retorcidos sobre sí mismos. De repente noté que tenía ganas de llorar.

Me acuerdo de aquello cada vez que algún desgraciado trata de incendiar esa zona de Ribadeo otra vez. Por el momento siempre salimos bien parados. Por alguna razón el hombre (el 98% de los pirómanos son hombres, leí en alguna parte) es tirando a inútil y solo su torpeza nos libra a los demás de una tragedia. Para ser justos, no solo su torpeza. Influye mucho que ahora hay medios para intervenir más o menos rápido y por ejemplo el domingo Protección Civil de Ribadeo pudo sofocar las llamas enseguida.

Pero hasta un tonto se da cuenta de que no siempre va a ser así. Llegará un septiembre seco, un abril sin una gota de agua o simplemente un día se le irá la mano con la gasolina, y todo quedará reducido a cenizas. En esa zona hay casas y resulta complicado aventurar qué sucederá con la gente que vive allí. ¿Quedará alguien atrapado? Quién sabe.

Hay quien dice que el autor está bastante identificado y, simplemente, no se puede probar. Todo el mundo es inocente hasta que se muestra lo contrario. En este caso hasta que monta un cristo descomunal del que tardaremos veinte años en recuperarnos o incluso hasta que mata a alguien. ¡Qué situación!

EL GUSTO. Un nuevo museo que hace justicia a Mondoñedo

MONDOÑEDO TIENE ya un nuevo museo. Nada menos que en la casa que ocupara quince años Álvaro Cunqueiro. Este no será aún el broche que Elena Candia ponga a su gestión. Todo le vino de cara estos cuatro años, aprovechando su influencia en el PP y por lo tanto en la Xunta. Pero eso mismo pueden decir otros y los resultados no fueron iguales. Hay que reconocérselo, como hay que tirarle de las orejas por un enredo con el hijo del escritor que realmente sobraba y afeó el acto de inauguración. Sea como sea, el museo hace justicia a Mondoñedo y seguro que será otro de sus atractivos.

EL DISGUSTO. Los giros extraños en la carrera política de Alfredo Llano

ES UN TIPO cordial de verdad. Alfredo Llano ganó hace cuatro años la alcaldía de Burela contra todo pronóstico. Gobernó a la manera en que se podía esperar de él por parte de quienes le conocen. Con firmeza en algunas cuestiones y mano abierta en otras. Colocó a una de sus concejalas de confianza en el Parlamento y en los últimos días su situación se está enredando sin que se sepa muy bien por qué. Vale que hay líos internos entre sus concejales, pero es un mal que no es exclusivo de Burela, ni muchísimo menos. Se le atragantaron unas primarias. Ojalá todo se arregle.

Comentarios