Blogue | Recto verso

El mundo al derecho

El domingo tuve una plácida mañana y no supe muy bien por qué. Para estar trabajando en domingo reinaba cierta tranquilidad en el ambiente. A mediodía lo entendí todo: Whatsapp había dejado de funcionar. De repente, como por ensalmo, las fotos de la procesión de La Borriquita de Viveiro no llegaban a sus destinatarios y los selfies en los arcos de As Catedrais se quedaban en su sitio: el móvil de cada cual. Sin que nadie supiera por qué el mundo se paraba mientras la gente le gritaba a Zuckerberg, el dueño de Whatsapp: "¡Trata de arrancarlo, Mark!". 

Cuando lo arrancó y los mensajes nos volvieron a entrar como si alguien los estuviese vomitando, debo reconocer que me inquietó uno que tenía y que decía lo siguiente: "Hola". Eso era todo. Al principio pensé en repreguntar, pero luego me pareció precioso. Hola. A veces no se necesita mucho más. Poco a poco el mundo volvió a girar y regresó lo que llamamos normalidad pero que a mí me parece un disparate esclavista: tenemos un ojo siempre en el móvil pero el móvil tiene todos sus sentidos puestos en nosotros. Y son muchos más de cinco cuyo único propósito es anularnos a nosotros el más importante de todos: el sentido común.

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