Opinión

Un grano en el culo

La calle hace tiempo que ha superado la crispación y el ruido con los que algunos políticos tratan de tapar su incapacidad

Normalidad. JUAN CARLOS CÁRDENAS (EFE)
photo_camera Normalidad. JUAN CARLOS CÁRDENAS (EFE)

A ver si de esta vez va, si es la definitiva y por un rato largo se acaba esta campaña electoral perpetua a la que nos condenaron hace un año, quizás más. Nos merecemos un descanso, un poco de sosiego. También ellos, pero sobre todo nosotros. 

Además, que se nos están agotando las tonterías. Si no paramos ya, de tanto ingenio y tanto impactar hay serio riesgo de pervertir la noble y eficaz tontada para instalarnos en el ridículo más espantoso. Se hacen muchas tonterías en campaña, ahora más que antes, es lo moderno, comunicación 3.0, con especial énfasis en el punto cero. 

No solo los políticos, también los periodistas, que ya no encontramos el modo de acomodar el mensaje sin aburrir. Son tonterías bienintencionadas y más o menos afortunadas que se deciden en reuniones con muchos directores y muchos jefes de cosas y mucha prosopopeya. 

A mí, por ejemplo, en esta campaña de elecciones locales me ha tocado hacer de grano en el culo, que, por otra parte, es una de las cosas más dignas que se pueden ser en un espacio vital de posibilidades tan limitadas como un culo. El esquema es simple: se trataba de incrustarme durante unas cuantas horas en los equipos de los principales candidatos a la alcaldía, para ver sin filtros cómo se apañaban en diferentes circunstancias y cómo se manejaban en las distancias cortas. Nada nuevo, pero alguien tenía que hacerlo. 

En realidad, ser un grano en el culo es chulo, porque causas incomodidad y eso siempre me ha gustado. A ellos maldita la gracia que les hace, pero me asumen como un mal necesario, otra tontada más de las que tienen que hacer en campaña. Aunque suele ser solo al principio, luego se van acostumbrado como el olfato se acostumbra a un mal olor permanente, ven que pincho menos que Espinete y pasan a sufrirme como un chubasco breve, sin rencor. 

Se hacen muchas tonterías en campaña, ahora más que antes

Para qué nos vamos a engañar, me ha gustado. Sobre todo porque me ha permitido comprobar que la inmensa mayoría de los ciudadanos ya estamos a otra cosa, una cosa diferente de esa en la que algunos políticos y algunos medios de comunicación nos quieren convencer que estamos, en la bronca gratuita, el reproche repetido y la crispación malsana. 

Me quedo con la sensación de que esa es una página que los españoles ya pasaron con sus votos en las elecciones generales y que el voto mayoritario fue en contra, pese a que haya quienes no quieran asumirlo y se comporten como si hubiera una segunda vuelta. No veo crispación en la calle, ni ganas de que la haya. En mis recorridos con los candidatos, los ciudadanos demostraban en la inmensa mayoría de los casos una educación, una mesura y un civismo propios de la más tranquilizadora de las normalidades. Con mayor o menor interés, énfasis o rabia según las simpatías, el tamaño de los baches de cada calle o la espera por las obras prometidas, pero con normalidad adulta. 

Por eso, porque lo he visto, estoy seguro de que los españoles irán hoy a votar o no, según les pete, con esa misma normalidad. Porque la crispación y la bronca han sido reducidos a un territorio en el que ya solo habitan políticos empeñados en convertirse en un grano en el culo de este país, el tipo de personas que necesitan el ruido para tapar su propia incapacidad, ambición y ausencia de principios. 

Me gustaría pensar que, después de tanto hartazgo, los ciudadanos hemos decidido dejar de hacer tonterías y estamos asumiendo que esto o lo arreglamos nosotros o no lo arregla nadie. Y que nuestro voto quizás no lo pueda todo, pero es un buen principio para darle la vuelta a la situación y convertirnos en el grano en el culo de nuestros representantes.

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