Opinión

La puerta de servicio

Entre tinieblas. SEBAS SENANDE
photo_camera Entre tinieblas. SEBAS SENANDE

ACABO DE VOLVER de Amsterdam. O eso creo. Sí, casi seguro que sí, porque recuerdos tengo. Al menos tantos como lagunas, lo que supongo que es normal tratándose de una ciudad construida sobre un cenagal. Quiero pensar que también será normal lo de los recuerdos difusos, como entre tinieblas rajadas por cuchillos rojos. Normal por la edad, digo; porque ya no tengo edad para según qué cosas, me refiero.

Me acuerdo bastante bien del ayuntamiento, porque me lo enseñó un guía una mañana prontito. La visitas guiadas en Amsterdam conviene hacerlas por la mañana temprano, si no es tirar el dinero. O no, porque a lo mejor el paseo cunde igual y nunca está de más que te dé un poco el aire, pero la atención se resiente mucho a poco que te dejes llevar por el espíritu de la ciudad.

El ayuntamiento, decía. Me acordé de él ayer, mientras asistía al acto de entrega de las Medallas de Oro de Lugo a los cinco alcaldes de la democracia, otro acto celebrado entre las tinieblas rotas por destellos rojos de la caja negra del MILH, aunque en esta ocasión por el efecto elegante de las luces y la escenografía. Que no era culpa mía, vamos.

El ayuntamiento de Amsterdam se comenzó a construir en 1648 y fue la obra civil más grande del mundo. Esto tiene su aquel: cuando en las Españas solo construíamos a lo grande palacios reales, monasterios y catedrales, por aquel pantanal el pueblo ya invertía en sí mismo en lugar de en reyes y santos. El edificio es imponente y en el centro de su fachada principal hay siete arcos que forman el acceso porticado a la puerta principal. Es la puerta que utilizan los ciudadanos para entrar en su ayuntamiento. Por un lateral se construyó un acceso mucho más modesto, que es el que tenían que utilizar, y aún usan, los alcaldes de la ciudad. Es la puerta de servicio y la manera que tuvieron los ciudadanos de recordar a sus mandatarios que estaban al servicio del pueblo, no al revés. Cuando decimos que algunas democracias nos llevan siglos no es broma, nos los llevan: los españoles somos unos recién llegados a esto.

Tan recién llegados que en el acto de ayer estábamos celebrando los cuarenta años de las primeras corporaciones democráticas. Está bien celebrar estas cosas y homenajear a quienes con mayor o menor acierto nos trajeron hasta aquí, pero llama la atención que la idea principal sobre la que giró todo el acontecimiento, la compartida por todos los intervinientes, fuera la de la figura del alcalde como símbolo más cercano de la vocación de servicio al ciudadano. No sé, pero para mí que algo sigue fallando cuando aún tenemos que presentar como un mérito de algunos políticos escogidos lo que debería darse por descontado en todos ellos.

En los vídeos proyectados, los homenajeados entraban al ayuntamiento de Lugo y se sentaban en el salón de plenos para recordar lo que fueron, lo que fuimos como ciudad. Todos accedían por la puerta principal, la única, porque nuestro ayuntamiento no tiene puerta de servicio. Yo tampoco la había echado de menos hasta ayer.

Tal vez sea solo cuestión de tiempo, de que todavía estamos como país al principio de un camino que otros llevan recorriendo hace siglos. Quizás es que aún no hemos conseguido difuminar algunos malos recuerdos, que todavía vivimos una democracia entre tinieblas apenas rotas por unos cuantos destellos que no acaban de abrirse paso del todo.

O a lo mejor soy solo yo y esa maldita manía mía de traerme recuerdos de todos los viajes.

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