Opinión

Homeopatía real

CREO QUE FUI republicano antes que nada. Mi primer recuerdo de conciencia política ya estaba ligado al republicanismo. Desde entonces, y durante los años más duros del juancarlismo, he formado parte de ese pequeño grupo de activistas que éramos mirados como cantaurores trasnochados de la transición en la era de Youtube. El poder político, económico y mediático era monárquico; la mayoría de la sociedad, sencillamente indiferente; nosotros, unos perdedores rencorosos y tocapelotas.

Recuerdo que mi primera sensación de victoria no llegó de ninguna de las acciones que pude hacer en todos esos años, de ninguno de los debates que di, de ninguno de los artículos que escribí. Toda aquello era siempre perdido. Aquella sensación llegó hace diez o doce años, una noche en la cocina de casa de mi madre, cuando sacó el tema de Juan Carlos de Borbón y sus amoríos con Bárbara Rey y con alguna otra que ahora no sabría decir, a lo mejor ni siquiera él, de tantas que hubo. 

Le parecía fatal a mi madre que el Rey anduviera comportándose así con la Reina, con lo maja y discreta que era, y además con el dinero de todos. Me lo comentaba porque había sido el tema del ‘Sálvame’ o de uno de esos programas en Tele 5 la noche anterior. Esa noche supe que el principio del cambio había comenzado: si el hasta entonces intocable Juan Carlos pasaba a ser comidilla de los programas de cotilleo del pueblo, la cortina de silencio que los medios cortesanos habían impuesto acabaría por caer.

E Iñaki Urdangarín; el día que muera Urdangarín ha de ser enterrado con la Tricolor. Y los elefantes cazados, el animal totémico que ha de sustituir al toro en el republicanismo ibérico

Luego vinieron Marichalar y sus pantalones de paramecios y sus vicios peligrosos, los divorcios, la Sartorius y Eva Sannum, Letizia... Hizo más Tele 5 por la causa republicana que todos los republicanos que fuimos durante los últimos 40 años. E Iñaki  Urdangarín; el día que muera Urdangarín ha de ser enterrado con la Tricolor. Y los elefantes cazados, el animal totémico que ha de sustituir al toro en el republicanismo ibérico. Y la Corinna, nuestra ‘República guiando al pueblo’ con sus pechos descubiertos. Y los millones en paraísos fiscales y la renuncia en diferido y todo lo demás.

caerolada

El coronavirus no ha afectado a la monarquía de manera diferente a como lo hace con los ciudadanos. Ha infectado de un modo u otro a todas nuestras instituciones, pero la que ha enfermado de muerte es la más anciana, la más débil y la que tenía otras muchas patologías asociadas. Una infección así se trata con antivirales y respiración asistida, y lo único que Felipe VI ha sabido ofrecer es un discurso homeopático, agua y azúcar con simbolismo diluido en proporciones ridículas.

La monarquía sobrevive conectada al respirador asistido de los restos de la clase política y económica que medró acostumbrada a silenciar sus excesos y a pagar sus caprichos, más juancarlistas que Juan Carlos, seguramente demostrando un sentido de Estado mucho mayor que el propio Rey. Pero para la inmensa mayoría de los españoles la monarquía ya no es sinónimo de democracia. No votaron la Constitución, no saben responder a la pregunta qué estabas haciendo el 23-F, no entienden qué aporta al país. No le deben nada. 

No es un problema con la persona, Juan Carlos o Felipe o Leonor, es con la institución. No sirve, carece de sentido para ellos. Ni siquiera simbólico. Al revés, si algo simboliza es todo aquello contra lo que luchan. Son otra generación. Una más sana.

Lo que ha quedado al descubierto es que este asunto ha dejado de ser una cuestión de ideologías, patrimonio de republicanos trasnochados como yo, por mucho que nos joda. Ya no hay razón de Estado tras la que esconderse. Por fortuna, esta sociedad ha demostrado y está demostrando estar lo suficientemente madura, ser lo bastante adulta como para poder decidir por fin, sin trampas ni amenazas, en libertad, a pecho descubierto, qué jefatura de Estado quiere tener.

Se ha ganado el derecho a que las cacerolas se transformen en urnas. Negar a los españoles ese derecho sería decirles que todavía no son ciudadanos, que cuarenta y cinco años después siguen siendo vasallos.