Opinión

El manto de la Virgen

Jorge Dorribo siempre fue generoso en los milagros: vendía en unidosis, pero vivía en grandes cantidades

Final. AEP
photo_camera Final. AEP

EN EL listado aquel había más ofertas que en el Chino Antonio, e igual de variadas: acciones del Club de Golf y del Breogán; un Maserati por mil o dos mil euros que nadie quería porque la última vez que se supo de él llevaba no sé cuántos meses parado en el aparcamiento de un área de servicio de Albacete; un par de contenedores de condones; una zódiac que daba servicio a un generoso yate; armarios archivadores; patentes de medicamentos... un sindiós. Era una de las subastas ordenadas por el juzgado mercantil dentro del proceso de quiebra de Laboratorios Nupel, la segunda creación más notable del muy notable Jorge Dorribo.

El listado de acreedores del concurso no era menos pintoresco, la empresa tenía deudas con prácticamente todo el mundo que llegó a entrar en negocios con ella y con no pocos que solo pasaban por allí. Uno de estos últimos acreedores, el que a mí me llamó la atención por su significado, era una cofradía de la Semana Santa lucense: Dorribo había dejado sin pagar los 3.000 euros prometidos para el manto de no sé qué virgen.

Si Dorribo hubiera caído en EE.UU. ahora tendría una película de Hollywood, pero con otro final

Como supongo que no le iban a dejan estampar Profilatex en el manto como si fuera la camiseta del Breo o del Lugo, he de suponer que prometió esa pasta como era él de repartirla, a cambio de nada, solo porque eran otros lucenses más que pasaban por allí. Bueno, a cambio de nada no, a cambio de ser Jorge Dorribo, el empresario surgido de las dudas que compraba certezas sin mirar el precio.

Probablemente una de sus grandes frustraciones fuera esa, que por mucho que invirtió en certezas, Lugo siempre le negó el beneficio de la duda. E invirtió mucho. Parece que ahora nadie quiere acordarse, pero mientras duró el maná de Nupel por aquí comió a dos papos todo cristo.

El problema con el maná es el de todos los milagros, que como el cielo te lo da, el cielo te lo quita. Y que no tienen más recorrido que el que alcance la fe.

Tampoco es que faltara la fe por estos lares, hubo muchos que hicieron esfuerzos por creer, algunos hasta llegar al martirio. En diciembre de 2006 Jorge Dorribo fue una de las estrellas de la gala de Lucenses del Año. Fue reconocido como el mejor empresario, y le entregó el galardón otro que por entonces movía montañas, Francisco Cacharro Pardo: "Jorge es la prueba2, dijo entonces, "de que es posible levantar una gran empresa de la nada".

Y es posible, lo que es más complicado es que se sostenga sobre la nada. Luego, cuando lo de las detenciones y la quiebra y la cárcel y todo aquello, supimos que Cacharro conocía bien lo que cuesta una certeza y que su fe no flotaba en la nada, sino en un yate de 14 metros de 400.000 euros que el expresidente de la Diputación disfrutaba por las Rías Baixas, a cuenta de Nupel y del 3,82% de los laboratorios que controlaba.

Dorribo siempre fue generoso con los milagros. Vendía en unidosis, pero vivía en grandes cantidades. Por eso dejó el enorme agujero que dejó con sus trapalladas, con esa forma de hacer negocios que era como hacía todo en la vida, con una inteligencia natural para ver la oportunidad y un desprecio alarmante por cualquier límite que él no se hubiera impuesto. Y límites tenía pocos.

Dejó muchas víctimas por el camino, pero también muchos deudores de favores que ahora nadie quiere recordar. Ni yo le pedí ni él me dio nunca nada, salvo mucho trabajo muy a su pesar. Como antes había seguido su ascenso, seguí desde muy cerca su caída, y seguro que nada de lo que escribí fue plato de buen gusto para él.

Nunca me reprochó ni una línea. La última vez que hablamos, cuando lo del juicio, le planteé una entrevista. Me dijo que no, porque ni él era tonto ni ese el momento, pero me prometió sin necesidad que si alguna vez se decidía hablar me llamaría a mí. Nunca lo hizo. Tampoco habló en el juicio, supongo que porque pensó que bastantes víctimas había ya.

Me hubiera gustado que me diera esa entrevista, si Jorge hubiera caído en Estados Unidos ahora tendría una película de Hollywood. A lo mejor le hubieran cambiado el final, seguramente el productor hubiera decidido que un simple infarto no era el final que merecía semejante personaje, que el enorme delincuente, vividor y persona que fue pedían otra épica. Porque la mejor creación de Jorge Dorribo fue Jorge Dorribo. Descanse en paz.

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