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Un ídolo de barro

Mi primer ídolo era de barro. Y volaba. Siendo niño era imposible resistirse a esa combinación. Además, se parecía a Arconada. También era portero, del CD Lugo; se llamaba Dosi y falleció este jueves a los 73 años. Hablo de una época en la que los chavales, cuando había partido en el Ángel Carro, también jugábamos. Lo hacíamos en el descanso. Los mayores se iban para vestuarios y llegaba nuestra hora. Saltábamos al campo y aparecía un balón que, como un conejo, escapaba de nosotros. No había equipos. El que tenía la suerte de cazarlo, lo incrustaba de un puntapié en la portería. Así hasta que, a lo lejos, veíamos acercarse a los futbolistas. Yo esperaba al último momento para estar cerca de Dosi, que a veces me dedicaba una sonrisa. Después subía a la grada y desde allí veía cómo aquel superhéroe planeaba de poste a poste para evitar disgustos, que es tan importante como dar alegrías. Por supuesto, soñaba con crecer y ser el dueño de aquel área cuando los niños regresaran a la grada. Y volar como Dosi. Y que lloviese a mares para caer al suelo y levantarme completamente embarrado, convertido en el ídolo de alguien que, muchos años después, escribiese algo parecido a esto sobre mí.

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