Recorro el mundo entero en busca de algo que contar sin quitar ojo de la pantalla. Me vale casi cualquier cosa con tal de rellenar esto. Lo he hecho muchas veces y al final siempre aparece un hilo del que tirar. Veo noticias del volcán por todas partes. Estas cosas nos fascinan y pienso que es porque no podemos hacer nada contra ellas. Cuando hay algo que se escapa de nuestras manos y cuya solución no se puede buscar en internet nos damos cuenta de que no somos inmortales. Por eso estábamos tan pendientes de que la lava llegase al mar. Tarde o temprano todos terminaremos en el mar. Sigo buscando y me encuentro con una joya de esas que se esconden entre la basura en Twitter. Es tan redonda que no tiene ni hilo del que tirar. Es mejor dejarla así, en crudo. Alguien cuenta experiencias de gente que nace sorda y, ya mayor, abandona ese mundo gracias a los avances de la ciencia. Entre los curiosos testimonios leo uno que necesito compartir. Una noche, en el campo, una mujer asegura a su pareja que le encanta el sonido de las estrellas. No sé más de la conversación ni el momento en que aquel hombre le cuenta que quienes cantan son los grillos, pero creo que sería precioso no tirar del hilo.
