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No son como nosotros

El III Medio Maratón Cidade de Lugo El Progreso contó con la presencia de dos leyendas del atletismo: Fermín Cacho y Abel Antón, que de cerca parecen unos tipos normales, pero en la mochila llevan tanta gloria que cuesta hasta imaginarla

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EL PASADO viernes, dentro de los actos previos al III Medio Maratón Cidade de Lugo El Progreso, se realizó una charla a la que acudieron la madrina de la prueba, Alessandra Aguilar, y los padrinos de las ediciones anteriores: Fermín Cacho y Abel Antón. Enfrente, en el público, rebosaba la ilusión, pues la mayoría eran niños, jóvenes promesas del atletismo lucense.

Aquellos pequeños no eran conscientes de a quién tenían delante. Normal, hay millones de kilómetros de distancia entre su tiempo, aún por venir, y el de quienes ocupaban aquella mesa. ¿Somos conscientes los mayores?

Me van a permitir que saque a Alessandra Aguilar de esta ecuación. Aún está en activo y, pese a ser una atleta de élite y de presumir de hacer disputado tres Juegos Olímpicos (podrá dormir tranquila el resto de sus días), no entra en el olimpo de Cacho y Antón. Ella mismo lo dejó claro. "Para mí es un honor estar junto a estos dos mitos a los que yo admiraba de pequeña y que están a otro nivel", aseguró.

¿Cuál es ese nivel? Pues el más alto al que se puede aspirar en un deporte como el atletismo, una disciplina a la que España mira de reojo cuando no hay un partido de fútbol en otra cadena y que en países como Inglaterra se respeta como lo que es, el más noble y puro de los deportes.

Cacho y Antón tomaron parte en la carrera del domingo, trotaron junto a deportistas anónimos como si ellos mismos lo fueran cuando están muy lejos de serlo. En la historia del atletismo, del deporte mundial, tienen un espacio reservado.

A ellos no les importa convivir con ese anonimato. Son gente de pueblo, sencilla, de los de zapatillas con vaqueros

Creo que a ellos no les importa convivir con ese anonimato. Son gente de pueblo, sencilla, de los de zapatillas con vaqueros, de los que lograron todo en la vida a base de trabajo. No necesitan mucho para ser felices. Mucho menos el aplauso o la palmadita en la espalda. Pero qué menos que recordar de vez en cuando que, aunque caminen entre nosotros, aunque corran entre nosotros, no son como nosotros.

La historia de Fermín Cacho y Abel Antón comienza casi como un cuento. Había una vez un par de  chavales que vivían en dos pueblos de Soria. Ambos empezaron en el atletismo por casualidad, destando muy pronto.

El más joven, Fermín, a los 15 años, tuvo que decidir si quería ser atleta o no. Para ello tenía que abandonar su pueblo natal, Ágreda. Dijo que sí y se fue a vivir a Soria, donde lo acogió la familia de Antón, siete años mayor que él.

Juntos se pasaron cuatro años entrenando por los alrededores de Soria. El día que a uno no le apetecía, era el otro el que lo llevaba a empujones. Y viceversa. Como dos hermanos con un mismo sueño.

Antón se hizo profesional y brilló en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros. En esta última distancia fue campeón europeo en 1994, pero dos años después, en los Juegos Olímpicos de Atlanta, acabó decimotercero en la final. ‘Para esto no corro’, pensó. Y decidió pasarse al maratón. Dos meses después de los Juegos compitió en el maratón de Berlín. ‘Si me sale mal, dejo el atletismo’, pensó. Pero le salió bien. Ganó. El último atleta de raza blanca en conseguirlo. Al año siguiente conquistó  el Mundial en Atenas, y dos años después, el que se celebró en Sevilla. También es el último deportista no africano en lograr un oro en un Mundial.

El soriano puso el broche de oro a los históricos Juegos de Barcelona 92 con una carrera que al momento se convirtió en eterna

Al mismo tiempo, Fermín Cacho, se convertía en el mejor atleta español de todos los tiempos y entraba en la zona noble de la lista que incluye a todos los deportistas. En la que para muchos es la prueba reina del atletismo, los 1.500 metros lisos, el soriano puso el broche de oro a los históricos Juegos de Barcelona 92 con una carrera que al momento se convirtió en eterna. En Atlanta 96 se hizo con la plata, como en los Mundiales de 1993 y 1997. Además, fue campeón de Europa en 1994.

Su récord personal (3.28.95) es la duodédima mejor marca de todos los tiempos. La mejor entre atletas de raza blanca. La segunda la tiene, más allá del cuadragésimo puesto, Sebastian Coe.

Al salir de la charla el pasado viernes hablé con un amigo, un fanático del deporte, de todo esto. Me dijo una cosa que dio pie a este artículo. "Si Cacho fuese inglés tendría el título de Sir". Pues probablemente, pensé, aunque no sé si a él, un tipo tan sencillo le gustaría. A lo mejor es demasiado, pero lo que tengo claro es que, aunque caminen y troten entre nosotros, no son como nosotros.

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