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El mediodía de Nadal

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photo_camera Nadal se despide del público tras un partido. AFP7

Hay mediodías en los que te das cuenta de que la vida no espera por nadie; como aquellos de julio en los que Indurain no esperaba ni por el segundero. Y llegan sin avisar; de repente pones Teledeporte y te encuentras a Rafa Nadal luchando contra su mayor enemigo, contra uno al que sabe que no puede vencer. Resistió ante Federer y ante Djokovic, pero no podrá ante quien juega bañado en criptonita. El héroe de todos, el hijo, el hermano, el amigo... es finito. Allí estaba, bajo el sol del Madrid de los Ayusos, repartiendo raquetazos contra un chaval de Murcia que ese mismo mediodía cumplía 18 años. Se llama Carlos Alcaraz y está llamado a ser el sucesor de Nadal, su verdugo. En aquella pista, en vez de red había un espejo roto. Los dos con la piel morena y vestidos con tonos rosas. A un lado, una musculatura al límite; al otro, una fuerza aún por explotar. Uno con un casco de pelo en la cabeza; el otro, perdiendo poco a poco la lucha contra la alopecia. Y el público asesinando a Nadal con su cariño. Cada aplauso llevaba escrito un mensaje que decía: ‘Rafa, estamos contigo, tú nos has dado mucho; ya tendremos tiempo para ir con Carlos». ¡Tiempo!, justo lo que se le acaba. Ganó Nadal y yo me quedé pensando si ese chaval de Murcia sabrá que a lo lejos también le espera su mediodía.

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