A pocas horas de que comience el mes de agosto camino cabizbajo buscando una razón, una señal, un destello, para poder creérmelo. De repente escucho una música horrible y la busco en el horizonte como el perro que olfatea una presa. Por un segundo pienso que es de una de esas orquestas que se confabulan con el calor para convertir las noches de verano en pesadillas. Pero no, es solo un coche con las ventanillas bajadas. Eso no es agosto, es otro cosa. Camino un poco más. El cuello me molesta y alzo la cabeza. Miro al cielo, hay alguna nube en medio del azul... ¿será eso el mes de agosto? No, para que sea agosto de verdad hace falta una vacuna. ¡Vaya bajón! Ahora dicen que para finales de año. ¿Noviembre? Será una broma. ¿Cómo puede haber algo bueno en noviembre? Otros aseguran que llegará más tarde. Casi mejor no leer al respecto. Mejor seguir caminando cabizbajo. El problema es que todos nos merecemos un agosto al año, incluso en este 2020, pero yo no lo encuentro por ningún lado. Es como ver un juguete desde el escaparate. "Ya se lo pedirás a los Reyes Magos". No me vale. Yo lo quiero ahora, en agosto; para Reyes falta mucho. Eso está incluso más allá de noviembre.
