Asustado, víctima, culpable, veo el documental ‘El dilema de las redes sociales’. Una hora y media en la que quienes convirtieron en gigantes a Facebook, Google, YouTube, Twitter o Instagram admiten que el monstruo se les ha ido de las manos. Ha llegado el momento en que del Frankenstein de las redes sociales no se puede esperar nada bueno, solo terror. Su objetivo es que estés el máximo tiempo posible mirando a una pantalla y carece de escrúpulos. Nosotros mismos somos el producto y, para poder vendernos, nos moldean sin pararse a pensar en las consecuencias. El mensaje de esta gente que ha abandonado las empresas que dirigen el mundo es rotundo: hay que poner un muro, legislar, restringir antes de que el caos sea mayor. Cuentan cómo las redes sociales han decido elecciones, pero lo más espeluznante es saber cómo actúan sobre los cerebros de niños y jóvenes. Por favor, si tiene hijos, vea el documental con ellos, aunque lo ideal sería que a los chavales se lo proyectasen en clase y que tuviesen que trabajar sobre él; que se vieran obligados pensar. Si no tiene descendencia véalo también. Y al terminar no se olvide de mirar a la pantalla del móvil y saludar a quien le dirige la vida desde el otro lado.
