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Desde las entrañas

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Recibo en el WhatsApp fotos de cuando el WhatsApp no se podía ni concebir. Imágenes que traen consigo música, olores, risas, salud. Están hechas en lugares maravillosos que a lo mejor no lo son tanto, pero que evocan episodios desbordantes de vida. Los sitios, como decía Mallory de las montañas, están ahí. Lo extraordinario, lo que se echa de menos, no son los paisajes, los bares, las playas o las resacas... lo que añoramos es lo único irrecuperable de esas fotos: la juventud; días regidos por leyes que brotan de las entrañas, del instinto. A lo mejor aún no han dado el salto al teléfono, pero todos tenemos un montón de fotos durmiendo en un cajón. Y otras, nunca capturadas, descansan en un rincón de la memoria. En ellas posas con la idea de gustar. Ahora ya no, ahora lo haces con la esperanza de que esa imagen sirva para que algún día alguien te recuerde. Estos días vemos fotos de jóvenes que representan una amenaza para todos, menos para ellos mismos, que no tienen tiempo para pensar en tonterías como la muerte. Iba a pedirles que hicieran un esfuerzo para poder luchar contra esta pandemia, pero creo que sería una pérdida de tiempo. Cuando las leyes brotan de las entrañas no hay tiempo ni para leer.

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