Tal vez este artículo quedase mejor si pudiera utilizar alguno, pero en este medio no tienen cabida ni hoy mismo, 17 de julio, su gran día: el día mundial del emoticón. Aquí vendría bien ese de los fuegos artificiales, o el de la tarta, o uno que hay con confeti, pero insisto en que esta es otra historia. Aquí las letras no pueden esconderse detrás de una cara amarilla con ojos tristes, ni de un monito que se tapa las orejas. Aquí la vida no es tan sencilla. Hay que explicarla. Poner un emoticón es muy cómodo, esa es su ventaja, pero también su trampa. Puedes mandar el mismo mil veces y mil cosas distintas querer decir. Como por ejemplo a la hora de repartir amor a través del móvil. ¿Es el mismo corazón rojo el que recibe la madre que el amigo; el hijo que la esposa; la amante que lo prohibido? Pruebe a abrir el WhatsApp y fíjese en el último mensaje de cada conversación, el que se ve en pantalla. Ojalá tenga usted delante muchas caras sonrientes, pulgares hacia arriba y corazones rojos. Y ahora, si tiene un poco de tiempo, intente encontrar las palabras que se esconden tras ellos. Haga el esfuerzo, no sea cobarde, recuerde que hoy es el día mundial del emoticón. Mañana ya volverán a ser solo unos dibujitos.
