Se acaba 2020. Lo sabemos tanto como lo deseamos. El que se presume como Fin de Año más soso de la historia es al mismo tiempo el más esperado que se recuerda. El mundo cuenta las horas para tirar por la ventana un calendario que se averió en marzo con la esperanza de que 2021 se parezca más a todos aquellos años que completábamos con la esperanza de que el siguiente fuese mejor. Silvio Rodríguez clamaba por una luz cegadora, un disparo de nieve, para borrar el recuerdo de la amada, nosotros lo que queremos olvidar es una pesadilla, a los monstruos que nos quitan el sueño. Pero no debemos ignorar el mundo que nos encontramos al despertar cada mañana. Mal haríamos en olvidar lo vivido, lo sufrido; porque si lo hacemos corremos el riesgo de que sea otro el que nos lo cuente dentro de unos años, cuando del 2020 no quede ni la esquela. A los amigos, a los enemigos, a los buenos, a los miserables se les distingue siempre mejor en las malas, cuando cuesta poner una sonrisa; como ahora, que se esconden tras las mascarillas. Llegará el día en que nos descubramos rodeados de carcajadas y liberados de monstruos. Será esa una buena ocasión para mirar atrás y recordar bien cómo fue 2020.
