Blogue | Que parezca un accidente

Michael Jordan no hace la compra

Jordana

EN LA VIDA SE PUEDE SER daltónico o se puede ser alcohólico, pero no las dos cosas. Hay conceptos que operan así, de forma mutuamente excluyente: la lógica determina que ambos pueden ser verdaderos, pero no al mismo tiempo. Como el champán, que puede estar rico o ser barato, pero no ambas cosas. O el lado por el que una moneda cae al suelo, que puede ser la cara o la cruz, pero no las dos a la vez. O el presidente de Portugal, que puede dedicarse a cumplir su cometido como jefe del estado o puede ir a hacer la compra al supermercado en pantalones cortos, una de dos.

Cuando comenzaba a estudiar Economía en la facultad, me resultó muy llamativo un epígrafe que decía que Michael Jordan no cortaba su propio césped. Por aquel entonces Jordan jugaba en los Washington Wizards, pero todavía se le consideraba uno de los deportistas con mejor sueldo del momento. El motivo por el que no cortaba su propio césped era evidente: aunque pudiese ahorrarse veinte dólares desempeñando él mismo aquella actividad, le compensaba contratar a otra persona para que lo hiciese, ya que una hora de su trabajo le generaría una rentabilidad cien veces mayor.

El presidente de Portugal puede dedicarse a su cometido o hacer la compra. Una de dos

Con el presidente de Portugal ocurre algo parecido. Su fotografía haciendo cola en un supermercado ha sido muy aplaudida recientemente, ya que ofrece la imagen de un político pegado a la calle, que se empapa de realidad, que conoce los problemas reales de la gente. Se ha señalado que en España algo así sería impensable. Que aquí esa compra, qué vergüenza, la haría un trabajador doméstico y no el propio presidente. Que en España los cargos de esa categoría no hacen las cosas que hacemos todos.

Doy por hecho que se confunde la figura del presidente de Portugal —jefe de estado— con la del presidente del Gobierno español —el jefe del ejecutivo— , pero aún así me sorprende el agravio comparativo. En primer lugar porque en Portugal será normal que el presidente acuda sin escolta a un supermercado a hacer la compra durante un par de horas, pero aquí sería una temeridad. A varios niveles. Y en segundo lugar porque la presidencia no puede ser un uniforme de trabajo que uno se quita a las ocho horas, después de fichar, para hacer vida normal. Y menos durante esta crisis sanitaria.

Lo menos que se le puede pedir a un cargo de ese nivel es que estos días eche el resto. Y si tiene un par de horas libres, que aproveche para coger fuerzas mientras otra persona cualquiera le hace la compra. El presidente de Portugal no puede invertir una mañana en cortar el césped de su jardín. Igual que el champán barato no está bueno o un daltónico no puede ser alcohólico y viceversa. Algo que, por cierto, he descubierto hace poco, cuando fui a ver a mi médico de cabecera para hacerme un chequeo y, ya que este se encontraba de baja, en su despacho había otro doctor.

Mientras le contaba mi vida grosso modo al médico nuevo para ponerlo un poco al día, se me ocurrió mencionar que soy daltónico, lo que suele provocar situaciones muy simpáticas en mi vida cotidiana y en ocasiones termina derivando en maletendidos de lo más gracioso. El problema es que yo tiendo a hablar muy rápido y aquel hombre me había entendido que era "alcohólico" en lugar de daltónico, por lo que su cara, a medida que yo iba hablando, se volvía cada vez más extraña.

Y ahí estaba yo, explicándole los líos en los que me metía a veces por esa causa. "Como hace unas semanas, cuando iba conduciendo y no era capaz de distinguir a lo lejos si un semáforo estaba en rojo o en verde". Yo me refería a que iba con el coche por una carretera y, al vislumbrar la forma de un semáforo, tuve que esperar a estar lo bastante cerca para saber cuál de las tres bombillas estaba encendida. El médico creyó, sin embargo, que no veía la luz del semáforo porque estaba totalmente borracho. "A mi padre le pasaba lo mismo. Y también a mi hermano. A las mujeres de mi familia no, porque esto es algo propio de hombres", continuaba yo explicando con una sonrisa de oreja a oreja, ignorando que aquel tipo me estaba tomando por un pirado.

Cuando, después de unos minutos de confusión, aquel señor terminó entendiendo que yo estaba hablando de daltonismo y no de alcoholismo, le pregunté cómo habría hecho si yo fuese al mismo tiempo alcohólico y daltónico, cómo sabría a qué achacar cada uno de los ejemplos que le había comentado. Bromeando, me contestó que ser alcohólico y daltónico eran, seguramente, conceptos mutuamente excluyentes, a lo que yo, mientras me marchaba, añadí: "Claro, por eso Michael Jordan no hace la compra". Estoy convencido de que el médico debió de quedarse pensando en cuántos whiskys llevaría yo encima a esas horas.

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