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Fríos recuerdos de Palomares

La playa quedó enseguida solitaria y fría tras el baño. Desaparecieron las pancartas de bienvenida. Nadie había presentado sus disculpas por el atentado nuclear sufrido


"LA VENIDA de la rosada aurora..." señala Cervantes como punto de partida de Alonso Quijano, tras pasar la preceptiva revista a su montura Rocinante. Los cincuenta periodistas, hispanos y guiris, salimos un poco más tarde que la "rosada aurora", en el autobús fletado por el Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga. Es 7 de marzo de 1966. Mes y poco antes, sobre la costa del pueblo almeriense de Palomares, habían colisionado un B-52 y un avión nodriza, en plena tarea de '‘toma'’ de carburante; por efecto de la colisión, caen del bombardero cuatro bombas termonucleares con carga de plutonio altamente radioactivo. Fraga y el Pentágono quieren que digamos al mundo que el accidente pudo tener importancia pero que, por fortuna, no la tuvo. Cuando el autobús de invitados sale de Madrid, todo estaba, de nuevo, en orden y sólo faltaba la pequeñez de localizar y sacar una de las bombas, que debía de estar a unos metros de profundidad en el mar de Palomares. Lo nuestro era proclamar a los cuatro vientos que el ministro Fraga y el embajador Beiddle Duke, junto con algunos sumisos dependientes y amigos, se habían bañado en aquellas aguas de sospecha y que el plutonio, el uranio y el americio habían desaparecido como por ensalmo.

El ministro fue el primero en aparecer en la playa en calzón corto: "¿Dónde es el baño?", preguntó como si tuviera ganas de ir al servicio. El embajador yankee fue detrás de él mar adentro, nadando, tal vez, hacia la cuarta bomba… y Carlos Sentís, presidente de la agencia estatal, y Carlos Mendo, director de la misma. Mientras, yo me internaba en el mar subido a una lancha de buena eslora. El ministro, que andaba por allí braceando, me animó a que me sumergiera. Yo negaba con la cabeza; no estaba nada convencido. No lo hice.

Mi crónica del día 9 en Ya es una de las peores que he escrito en mi vida periodística de casi un cuarto de siglo. Se nota la frialdad y la distancia. Título: "El señor Fraga Iribarne se baña frente a Palomares". Como si fuera el turista dos millones. "También lo hizo el embajador de los Estados Unidos", añado en el sumario. No hay nombre para el embajador: podía haber dicho que era un señor de poco pelo y mucha palabra vacía. Mi frialdad con el diplomártico era evidente.

La tierra sembrada de plutonio era abundante

Al día siguiente, encaramos las muchas horas del viaje de vuelta Yo me senté al lado de Alfonso Sánchez, el famoso crítico de cine de Informaciones. "¡Bah, me dijo, podría salir un buen guión para un filme de Otto Preminggger!". Alfonso era un personaje. En tren o en autobús viajaba siempre con la almohada de su cama para dormir durante el trayecto. Me pidió disculpas, se encajó en el marco hermético de la ventanilla y se durmió.

Unos minutos después su cabeza se había depositado sobre mi hombro. Y así cruzó la Mancha. Habíamos cenado, dormido y desayunado en el Parador de Mojácar, más abajo de Palomares y de Garrucha, que había inaugurado el ministro después del famoso baño-funeral en la playa de Palomares. La bendición del cura fue anuncio de futuras bienandanzas para los sufridos agricultores y pescadores de Palomares. El turismo… bueno. Pero allí no echa la red ni San Pedro con su barca, ni escarda la tierra con su arado el mismísimo San Isidro que viniera al parador, porque aquello sigue contaminado.

La tarde del 8 de marzo de 1966, tras el famoso baño, la playa de Palomares quedó en seguida solitaria y fría. Desaparecieron las pancartas de bienvenida de las gentes de la zona. Nadie había presentado sus disculpas por el atentado nuclear sufrido. Pero la tierra sembrada de plutonio era abundante. Dicen que ahora va en serio. Hace unos días, de paso por Madrid, el secretario de Estado, Kerry, saludó a las autoridades españolas y hasta sacó un cuarto de hora para recibir y conocer a Pedro Sánchez, líder del PSOE, en una sala del aeropuerto americano de Torrejón. Ah, sí, firmó también una declaración sobre la limpieza de las tierras de Palomares.

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