Blogue | Fila 7

‘Caixa de mistos’

No me conformo, no, me desespero, como decía Rosalía. Me ocurre con la globalidad, con las ideas unívocas, las modas, las tendencias o la política. Pero últimamente me desespero cada vez que oigo hablar de la Galicia vaciada. Como si un territorio fuera una ‘Caixa de mistos’ y se estuvieran quemando fósforos. 

«Luchemos contra la Galicia vaciada» dicen ‘os señores’ desde el púlpito de su tercer piso en el centro de la ciudad. 

Se trata de una moda más, salvar a ese territorio que se ha quedado sin habitantes porque años atrás se había lanzado a los jóvenes a las ciudades tras un cántaro de miel que se fue rompiendo por todos lados. Los pueblos se han vaciado porque toda una generación fue empujada a buscar una vida mejor, que, evidentemente, les hacían creer que estaba entre los enjambres de ventanas con persianas automáticas y luces de diversos tonos. 

El abuelo Luna decía, al ver a esos jóvenes marchar a la ciudad.- Xa volverán …. Pasarán anos pero volverán. Yo fui obligada a exiliarme en un piso de 70 metros cuadrados y ahora, por fin, recupero la visión total del horizonte. 

Las que no volvemos por moda, lo hacemos porque en el fondo nos gusta el olor de la hierba, ver atardecer, saber dónde está la luna, esperar pacientemente a que el fuego ‘prenda’. También despertar con frio, andar kilómetros en busca de un contenedor de vidrio, tener la escoba como eterna compañera porque cada vez que se entra o se sale hay algo de tierra que se cuela. 

Sin embargo, se aprende cada día, hoy supe que un ‘toco’ es la parte del tronco que queda pegada a la raíz. También que la ‘zocha’ es ese trozo del árbol que queda en el suelo al cortarlo. Hoy ha sido mi primera experiencia con la leña. «la leña es una puta» me decía constantemente el hombre que se ocupa de cortarla para el invierno. Luego vi su mano, a la que faltaban dos dedos, y evidentemente, supe a lo que se refería. La dureza de ciertos oficios crea un magnetismo singular: Una relación amor-odio similar a la que se crea con ciertas personas. El hombre de la leña no es amable, no le entiendo en el lenguaje, quizás porque nuestra mente está en distintos universos. Yo no consigo entrar en el suyo y el tampoco en el mío. No le hace gracia lo que yo creo que es un buen chiste para romper el hielo. Se me queda mirando como si yo acabara de aterrizar de Marte. Y seguramente si, ser neorural es ser un poco de otro planeta. Yo tampoco le entiendo, usa palabras demasiado precisas que jamás he oído. Me dan ganas de sacar la libreta y escribirlas, pero presiento que no lo entendería y desisto. No quiero causarle ya más incógnitas sobre mi persona. Intentamos quedar en día y hora para cortar la leña.—Fai falta un tractor, polo menos»—me dice—. Aquí tenemos otra forma de medir, para mi imprecisa, para él perfectamente clara. —Pois que sexa un tractor de leña— Le digo. Me veo ya entrando un poco en su universo y me siento bien. No sabía que quedaba lo más difícil.

—¿ e cando pode? Le digo. 

—A ver—afirma

—¿ Esta semana? 

—Pode….se non chove…

—¿e si chove?

—veremos—

Imprecisión en universos paralelos, puede titularse la película. La leña llegó, un día de lluvia, para ser colocada en montones perpendiculares. Otro máster aprendido pero, esta vez, con aprobado raso.

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