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Y tan frágil

Los sucesos de Washington piden auditoría por el populista en las democracias europeas

SEÑOR DIRECTOR:

¿Advierten sociedades como las europeas, en particular la española, los riesgos que representan los populismos tras los acontecimientos del pasado miércoles en Washington? ¿Qué y cómo es posible que 78 millones de ciudadanos otorguen su voto a un candidato extravagante en el ejercicio de la presidencia, le sigan y crean en su estrategia de deslegitimar los resultados desde antes de la celebración de las elecciones, salvo que él sea el vencedor?

TrumpdentroEl primer interrogante lo apunta en una tercera de Abc Ignacio Camacho. Un análisis con un expresivo título, Réquiem por Tocqueville. En la segunda cuestión insistió Lorenzo Milá en el especial informativo de TVE de la noche del miércoles. Formuló algunas hipótesis explicativas del porqué hay un apoyo popular, al margen de las élites, a una figura como Trump. Por cierto, los históricos Lorenzo Milá y Anna Bosch, polémicas internas de TVE a un lado, dignificaron el especial de esa noche que en ocasiones perdía el nivel exigible a una televisión pública estatal.

La respuesta a qué desencadena y alimenta el actual populismo, que formulaba Milá, es fundamental para ejecutar políticas que corrijan los errores que llevaron con Trump hasta ese asalto al Capitolio. Bien es cierto, ahí está el análisis de Piketty en Le Monde del fin de semana, que lo sucedido en Washington presenta además orígenes particulares en EE.UU. Más allá de las derivas generales que caracterizan a todos los populismos hay causas endógenas —conflictos no resueltos— en la sociedad americana desde la independencia y la guerra civil.

Fin de la inocencia
Puede decirse que los sucesos de Washington son "el fin de la inocencia" americana, tanto para la visión exterior que teníamos de una sociedad supuestamente ingenua, como de su propia contemplación como los buenos y superiores de la película. Así lo declaraba a Expresso Lawrence Douglas, un ex alto cargo en administraciones demócratas y republicanas. No se autocensuró para confesar que ante las imágenes del asalto al Capitolio le surgió el recuerdo de la amenaza para la democracia que representó el 11-S.

La explicación de los dos interrogantes que le citaba parece prioritaria para aquellas sociedades en las que el populismo emerge y crece a derecha e izquierda. Sucede en España. Pretendo transmitirle que la fragilidad de las democracias, a la que tantas referencias se hizo en las opiniones que siguieron estos días a los sucesos de Washington, impondrían un chequeo a fondo del estado de salud de las democracias liberales y la adopción de medidas que contribuyan a su fortalecimiento. Las actuales realidades de países como Venezuela, Brasil o Hungría, a las que se refiría Camacho en el artículo citado, hablan de unos escenarios no deseados para quienes optan por vivir en sociedades abiertas, en democracias liberales. Fue la fortaleza de las instituciones frente al trumpismo la que impidió que el desenlace del populismo en EE.UU. no acabase igual —"descoyuntar la democracia"— que otras perversiones electorales como la de Orban en Hungría o los Kirchner en Argentina, para citar otras involuciones democráticas.

Escepticismo
Pero tampoco cabe ser muy optimista y ver superado el riesgo de confrontación en el conflicto que existe en la sociedad estadounidense. Es más que un adorno la presencia de la bandera confederada que vimos en las imágenes cuando pretendían impedir la certificación de la victoria electoral de Biden. Expresa la división y los objetivos de los movilizados (Piketty). Tampoco cabe ser optimista, vamos a compartir el escepticismo de Camacho, en que "otras naciones y otras sociedades adviertan la amenaza".

La polémica desatada aquí sobre si son o no comparables el cerco e intento de asalto al Parlamento de Cataluña en 2011, que obligó al presidente Mas a usar un helicóptero para llegar a la Cámara, o las protestas ante el Congreso de los Diputados, cercado por los manifestantes en 2012 o en la investidura de Rajoy por "ilegítima", son ganas de cogérsela con papel de fumar y de que nadie aquí se dé por aludido. Representa un anticipo poco esperanzador a los interrogantes que las democracias liberales deberían leer en los sucesos de Washington.

Dos históricos de las corresponsalías salvaron el informativo especial de TVE que por veces hacía agua

No nos sorprendamos, señor director, de que desde Europa el foco se ponga en "cómo limpiará América la pesadilla de Trump", con olvido de los deberes internos frente a las causas que alimentan los populismos en España, Francia u Holanda. Solo Merkel, creo, marcó líneas de corte y activó políticas frente al populismo de extrema derecha en Alemania. Si Merkel le vio las orejas al lobo en Alemania, la memoria de España, si no es para resucitar bloques enfrentados en la radicalización, debería estar construyendo moderación y respuestas sociales para los castigados por la crisis y la globalización. Hay que dar respuesta a quienes no se sienten defendidos ni representados por las fuerzas convencionales de las democracias liberales.

Hace más de medio siglo que Raymon Aron (Democracia y totalitarismo), un referente en el canon liberal de Vargas Llosa (La llamada de la tribu), se preguntaba si inevitablemente las democracias no acaban en demagogia y cómo se evita que una democracia degenere en tiranía. No parece que se haya escuchado la enumeración de los riesgos para las democracias que formulaba este liberal desde dentro del sistema. Tampoco sorprendería que no se atienda ahora a las alarmas que debería activar el asalto a la democracia en Washington, precisamente en nombre de los ciudadanos.

Carnaza en los medios
Parece un poco prematuro asegurar que Donald Trump ha pasado a ser un paria, al menos para buena parte del electorado republicano que le apoyó. La suspensión de su cuenta de Twitter equivale a reconocer "cómo las redes sociales y la desinformación amenazan nuestra democracia", según el título de Irene Lozano. Y el éxito de un estrafalario Trump se explica también por el abandono del "principio de imparcialidad", contraste y pluralismo, que regía para las emisoras de radio y televisión hasta que lo derogó Reagan. Un tiempo antes recuerdo una conversación con el director de Informativos de la radio pública, acostumbrado a la realidad española me asombró por su posición crítica frente al presidente Reagan. Un par de años después sería imposible. También aquí, en el alimento de la bestia desde la Fox y otros, habría lecciones para el frentismo que han adoptado como estrategia muchos medios españoles. Si todo vale, habrá que asumir las responsabilidades cuando llegue la tempestad, como la del Capitolio.

De usted, s.s.s.

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