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En tránsito a la libertad

Niños solos por las calles y mutilados que pedían limosna impresionaban a quien se encontraba con la España 'victoriosa' de 1941

SEÑOR DIRECTOR: Una medianera en un edificio de Ribadavia da rostro desde hace unos días a las tres mujeres conocidas como las Schindler gallegas. El mural urbano, una moda que parece se extiende por Galicia, supone un homenaje a Lola, Amparo y Julia. Fueron tres hermanas de Ribadavia que merecen ser consideradas como Justas entre las Naciones. Desde la estación de tren de la capital del Ribeiro ayudaron a muchos judíos que huían de la persecución nazi a cruzar a Portugal. Iban, mayoritariamente, camino de América. A otros, que también eran perseguidos y sabían que sus vidas estaban en peligro en Europa, los obligaron a marchar en dirección contraria a la de Lisboa: en trenes que los condujeron a los campos de exterminio nazi.

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En la huida para alcanzar Portugal y América muchos quedaron en el camino. Es el caso del filósofo Walter Benjamin. Víctima del temor a ser apresado por la Gestapo, al verse frenado por la policía fronteriza española, se suicidó con morfina en Portbou. Unos días después, Hannah Arendt, también en ruta hacia Lisboa para embarcar a Estados Unidos, buscó sin éxito su tumba en el cementerio de la localidad fronteriza ampurdanesa. Un espacio bellísimo frente al mar, en opinión de la pensadora alemana que moriría en New York en 1975. Arendt y Benjamin, en la huida por Francia, coincidieron en la localidad de Lourdes. Allí compartieron unos días de conversación y partidas de ajedrez. Arendt llevaría consigo hasta América el manuscrito de Benjamin con las Tesis de la filosofía de la historia.

En busca de su marido, Arendt abandona Lourdes hacia la localidad de Montauban. Allí se había refugiado Manuel Azaña al que seguían, para capturarlo, agentes falangistas. Es probable que la pensadora alemana permaneciese todavía en Montauban cuando el 5 de noviembre de 1940 se celebró el funeral de Manuel Azaña, con el féretro cubierto por una bandera mexicana.

El reconocimiento de Justo entre las Naciones lo concede el Parlamento y el Museo del Holocausto (Yad Vashem). Un espacio en Jerusalén que impresiona siempre que se visita. Lo que allí se vivencia, impone el silencio sin que nadie lo pida. Es la expresión de respeto y solidaridad con las víctimas. También es la expresión de vergüenza como humanidad que lo permitió. Cuál es el porqué de tanto sufrimiento.

Cómo es posible compatibilizar con la vivencia de la memoria del holocausto la práctica y el apoyo a políticas de radicalidad antiliberal y fanatismo, que son alimento para el antisemitismo. Shlomo Ben Ami, que fue embajador de Israel en España y ministro de Asuntos Exteriores, enunció y denunció en un artículo reciente tal deriva. Supone desfigurar ante el mundo la imagen de un país que era referente en tantos aspectos.

Me acordé de las tres mujeres de Ribadavia en la lectura de Arendt y España (*), que estos días llega a las librerías. Justas entre las Naciones son aquellas personas no judías que han tenido un comportamiento moral ejemplar, extraordinario, con los judíos. España no representa ningún papel relevante dentro de la intensa vida y obra de Hannah Arendt pero hay datos interesantes y curiosos que reúne Agustín Serrano, del Instituto de Filosofía del CSIC. Arendt, alumna de Jaspers y Heidegger, es "originadora de una amplia teoría política" y ampliamente conocida por su idea de «la banalidad del mal». La expuso en Eichmann en Jerusalén, lo que le generó —ya en las crónicas para New Yorker— muchos problemas. Hay una interesante, entretenida y didáctica película dirigida por Margarethe von Trotta, con Barbara Sukowa como protagonista, que se centra en los problemas que Arendt encontró por "la banalidad del mal" como explicación al comportamiento de Eichmann y también por divulgar el papel de algunos líderes judíos en el holocausto.

Una curiosidad que cuenta Agustín Serrano, sigue publicándose en español la versión de este libro con la censura del franquismo. Y sucede igual con otros títulos de esta autora.

Durante un tiempo —otro dato de la relación con España— fue directora ejecutiva de Spanish Refugee Aid, una organización no gubernamental dirigida a refugiados republicanos españoles no comunistas que sobrevivían en condiciones muy precarias sobre todo enen el sur de Francia. Esa realidad la había conocido ella en el campo de Gus, a donde llegó después de pasar por el "siniestro" Velódromo de Invierno de París. Gus fue un campo de acogida para republicanos españoles, con capacidad para 20.000 personas. Arendt fue una de las más de 9.000 mujeres internadas en este campo.

El autor de Arendt y España muestra en Los orígenes del totalitarismo la huella de Ortega y Gasset y la Rebelión de las masas. El paso de Hannah Arendt por la España franquista de 1941 no cuenta apenas con espacio en las biografías sobre la autora de Eichmann en Jerusalén o Los orígenes del totalitarismo. En su tránsito hacia la libertad, Arendt, como narra Agustín Serrano, encontró la España destruida por la Guerra Civil. Llamaba la atención la multitud de niños que deambulaban solos por las calles o la infinidad de mutilados de guerra que pedían limosna en las inmediaciones de las estaciones. En esa España triunfal de 1941 no había un tren directo que la llevase de Portbou a Lisboa, como podría deducirse de alguna biografía.

Tampoco lo hay hoy. El paso por territorio español de una persona judía, incluso con papeles, implicaba riesgos por controles y arbitrariedades. El viaje hasta pisar territorio portugués ocupaba muchos días. No sabemos la ruta que siguió. Escribe a un amigo en Londres cuando llega a Lisboa: "Aquí me he quedado varada, junto con mi marido". Y asegura que "en términos comparativos no nos ha ido mal. Y apenas se nos han molestado". Eran apátridas. No fueron fáciles los primeros tiempos en el exilio estadounidense, según cuenta alguna biografía. La medianera con el rostro de las tres mujeres en Ribadavia me trajo el recuerdo de una jornada allí, hace ya una quincena de años. Fue el día en que se colocó una placa en reconocimiento a Lola, Amparo y Julia. Con sol, buen clima y mucha gente en las calles se celebraba una auténtica jornada festiva. La memoria de estas mujeres es un motivo de orgullo. Algún tiempo después encontré un libro que era, creo, como un adelanto de guion cinematográfico. Anunciaba la realización de una película, de la que no conozco noticia alguna, sobre estas tres mujeres y los colaboradores —taxistas, barquero, intérprete— en la ayuda en Ribadavia para el paso a Portugal de judíos que huían de la persecución. Una pena que no se haga realidad.

De usted, s.s.s.


(*) Serrano de Haro, Agustín: Arendt y España. Editorial Trotta. 20 euros

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