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El sistema contra un todopoderoso

El ‘Hasta aquí hemos llegado’ de Rodrigo Rato es un aviso con datos

SEÑOR DIRECTOR:

La nacionalización de Bankia-Caja Madrid no fue decidida por el Banco de España. La decidió el ministro de Economía, Luis de Guindos, "junto con los tres principales competidores de la entidad que resultaron ser los mayores beneficiarios de la fuga de depósitos; quince días antes de la intervención habíamos superado las demandas de provisiones exigidas por el Banco de España; en el Senado, dos semanas después de mi cese, el todavía gobernador del Banco de España declaró que el Gobierno ‘le exigía silencio sobre el tema’, mientras De Guindos afirmaba en el Congreso que ‘le daría a los nuevos gestores lo que pidieran’. (Hago un paréntesis en la cita: tardó más de un año en llegar la ayuda. No debía ser muy urgente). Fue la nueva dirección de Bankia y no el Banco de España quien fijó las necesidades de la entidad en 19.000 millones". Este podría ser el argumento nuclear, con algún señalamiento personal, de Rodrigo de Rato en ‘Hasta aquí hemos llegado’,* título sugerente que, según Rato, se debe a Alicia González, la periodista, su mujer, que intervino en el libro, que le acompañó hasta la puerta de la cárcel y lo recogió allí.

También cuenta que las reglas de juego para el sistema financiero —capitalización, reservas, etc. — cambiaban sobre la marcha en plena crisis financiera. Un día se ponía el acento en las provisiones y dotaciones y al siguiente se exigía más capitalización.

Ofrece una visión de la gestión, o falta de la misma, de la crisis de 2008 en España y de la actuación, desaciertos incluidos, del Banco Central Europeo. La luz, según Rato, llega con Draghi, al que le atribuye un papel fundamental para España. Salva el euro y salva a España. Aquí se habían perdido dos años. Y sin que sea el tema, es interesante la visión, la síntesis, del transcurrir de su vida política. Fraga parece ser su figura.

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Recuerda una y otra vez que las equivocaciones o las actuaciones incorrectas de los aparatos del Estado, de su personal, no tienen consecuencias. Se mueven en la "impuysonidad". No pasa nada, repite con ejemplos que rozan o son delitos. Descubre que el ciudadano ha de responder siempre, y pagar, por sus actos mientras no hay consecuencias para las malas prácticas, la incompetencia, el abuso o la "cabezonería" en las actuaciones del Estado, de sus agentes. También aparecen los hilos de conexión del poder y sus intereses. Claro que el señor Rato sabe más de lo que cuenta. Vale más por lo que calla cuando avisa de que "hasta aquí hemos llegado".

Si la intervención de Caja Madrid fue política, ¿es extensible a otras cajas o al conjunto del tsunami que se llevó por delante las cajas de ahorros? Rato recuerda que "las cajas de ahorros españolas eran muy poderosos en términos de mercado, representando el 50% del negocio financiero español". "Mantenían una sana competencia con los bancos que redundaba en una clara ventaja para los consumidores: había más oferta, créditos más b a r at o s y una notable bonificación del ahorro".

La calificación como política de la intervención de Bankia se la oí por vez primera en Ribadeo, en los Foros de Sargadelos. Rato presidió Bankia y suya es la foto con la campana en la salida a Bolsa de la entidad. En el fondo impuy la forma aquella conferencia de Rato en Sargadelos fue didáctica. Lo recordaba con ese tono en un par de veces anteriores, cuando todavía era todopoderoso. Expone con claridad los entramados de las finanzas, que nos presentan a los profanos como inescrutables. Probablemente haya quien prefiera que ni antes de la crisis, ni durante, ni después lo entendamos. Rato es políticamente correcto incluso al decir que "hasta aquí hemos llegado". Le diría que es un gentleman. También parece alguien que se sabe elegido, diferente, superior. Los buenos resultados del tiempo dedicado a la meditación y al yoga se ven. Cierra el libro con un epílogo sobre la meditación. Parece seguro que le ha sido útil en el temporal que ha vivido y vive.

La afirmación en Ribadeo, sin variar el tono de voz, sobre el origen de la intervención de Bankia era y es un misil. Mereció alguna atención en medios económicos en papel y en las redes. Estas opiniones que le vierto a usted sobre la conferencia en Sargadelos se las aplico igualmente al libro que apareció esta semana. También en el tono, en la ausencia de adjetivaciones para desautorizar, criticar o pasar factura. Cuenta hechos. Da datos. Hay, solo con la narración de hechos, auténticas cargas de dinamita. Si algunos no responden, no dan explicaciones, darán por válida la verdad de Rato. Le aseguro a usted que ni Guindos ni Montoro ni Rajoy ni la fiscal ni el juez instructor del caso Bankia van a regalar el libro a nadie para que se lo lleve como lectura de vacaciones.

No sé si es atribuible a la mano de Alicia González pero el libro está muy bien escrito. No hay concesiones a anécdotas, a chascarrillos. La única concesión sentimental es el arranque con la recogida de su hija Ana para acompañarla a la parada de su ruta al colegio y la posterior entrada en una iglesia. Cerca del final, muestra el enfado, comprensible, justificable, por la distribución en el comedor de la cárcel de un calendario con las fotos de sus hijos. Y le sancionan a él. Y hasta su protesta se convierte en un problema para los permisos del preso o para obtener el tercer grado, que le correspondía. Si esto pasa con el exvicepresidente del Gobierno y ex director gerente del FMI…

La crónica y la explicación de la desaparición de las cajas gallegas, por ejemplo, está sin contar. Parece que sea un derecho ciudadano una información transparente de las causas y del proceso, sin necesidad de hacer leña del árbol caído.

Termino con una confesión personal, mea culpa incluido. Regreso a la conferencia del señor Rato en Sargadelos. Me concedieron el honor de presentarlo al numeroso y ejemplar público asistente. El comportamiento del público fue una lección para mí. Hoy no repetiría algo que dije allí: unas "zonas oscuras" en la trayectoria de Rodrigo Rato. Quise mostrar independencia e hice un ejercicio de periodista acrítico: di credibilidad al discurso dominante. Tras la lectura del libro y escucharlo, por ejemplo con Susana Griso en ‘Espejo público’, si hay que hablar de oscuridades no las veo en el señor Rato. Las sitúo antes en las razones y la acciones que rodean la intervención de Bankia y en quienes la provocan y construyen el caso Rato. Será más bien el caso de acoso y derribo de Bankia, y de las cajas. No el caso Rato. No canonizo ahora al exvicepresidente económico, exdirector del FMI…, hasta ahí no llego. Pero me parecen más importantes y graves las sospechas sobre la hoguera purificadora que encendieron y alimentaron contra él. Además de ajustes personales, que los habría en el ensañamiento. ¿De qué nos querían distraer, desviar la atención?

De usted, s.s.s.

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