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Mascarillas para las libertades

Lo más llamativo del reciente barómetro del Cis son las preguntas que faltan sobre la actual crisis

SEÑOR DIRECTOR:

Por mal menor entendemos la toma de una decisión que es mala pero que se justifica por el objetivo de evitar un mal mayor. Michael Ignatieff, que estudió esta cuestión de ética política en el contexto del terrorismo global tras los atentados del 11-S, formuló unas prevenciones que son válidas permanentemente. Se constatan cuando volvemos la vista atrás, sobre algunas decisiones adoptadas en materia de recorte de libertades y derechos humanos bajo el pretexto de la seguridad. Según la definición y diagnóstico de este profesor liberal, en los regímenes democráticos liberales se fomenta un cierto "narcisismo moral": presupone que las medidas extraordinarias que adopten -mal menor- deben ser aceptadas por ser "sociedades-modelo" las que las deciden. Por ser quienes son -democracias liberales- se sienten legitimados ética y políticamente para adoptar esa vía, que con frecuencia convierte el mal menor en mayor. La mayoría ni cuestionan tales decisiones, lo que interpretan como aprobación. Pero la democracia depende siempre de la desconfianza, que exige la revisión y la prueba de las intenciones y decisiones más nobles. Así nos podemos encontrar con que, por la ceguera o el silencio de los agentes democráticos, el mal menor acabe por ser el mayor.

Circunstancias extraordinarias

Limitar la libertad informativa o de expresión en circunstancias extraordinarias habría que contemplarlo bajo ese principio del mal menor. Primero habría que preguntarse si la actual situación extraordinaria por la pandemia da pie a tal planteamiento propio de un estado de guerra. La pregunta que formula el Cis en su último barómetro, aunque, según Félix Tezanos, no tenga intencionalidad política, sí tiene efectos políticos: 1. La sorpresa de que se pueda plantear tal cuestión, además en términos confusos que no son neutros. 2. El debate, con amplias excepciones, que se ha abierto ante la "capciosa" pregunta, según la calificación de un titular en El País. Podría denominársela pregunta trampa: con la excusa de los excesos y desinformaciones en las redes preguntamos por los recortes en la "libertad total" para transmitir noticias. Y 3. Políticos serían los efectos que produciría sobre la opinión pública y sobre el propio sistema de libertades la aplicación de una medida así.

No debería sorprender ni criticarse que Felipe González o Aznar hablen de cambio de sistema

El director del CIS, José Félix Tezanos, anuncia que habrá más preguntas y más sondeos con esta cuestión de limitación a "la libertad total para la difusión de noticias e informaciones". La respuesta encontrada en los encuestados a esa pregunta trampa pudiera dar pie a una hipotética legitimación, que no lo sería en términos de ética democrática, de una decisión así. Si se reitera tal cuestión en los sondeos del Cis algún objetivo político se trabaja, aunque Tezanos se declare personalmente partidario de la libertad.

​Lo ha dejado claro Carlos Alsina en su "monólogo" mañanero en Onda Cero: "Ha difundido el Cis un barómetro raruno que hay que leer con mascarilla en el que lo interesante no son las respuestas sino las preguntas". Añado: sobre todo las preguntas que faltan, algunas elementales si realmente se buscase conocer la opinión ciudadana sobre esta crisis. Alsina enumeró las principales ausencias en ese monólogo. Esas carencias en el cuestionario son políticas.

Dentro de la polémica abierta por el Cis aparecen las declaraciones del vicepresidente Pablo Iglesias en La Sexta. Hay que situar "fuera de la sociedad" a la extrema derecha y a sus medios de comunicación. No enumera o nombra las cabeceras o cadenas a las que se refiere. Pablo Iglesias no se ciñe, como hizo el ministro del Interior, a las redes sociales y su siembra de estiércol político. Las conocidas posiciones de Iglesias sobre medios y libertad de comunicación están en las antípodas de lo que es práctica diferenciadora y un derecho básico en las sociedades abiertas: la libertad se garantiza por la pluralidad de medios, por la libre creación de empresas informativas. Es la garantía real de la libertad informativa y de expresión, como mantenía Jacques Fauvet, director de Le Monde durante muchos años y al que J.F. Revel curiosamente acusaba de "compañero" de los comunistas. Una sociedad informada se asienta en la pluralidad de la oferta informativa, en el "policentrismo", que definió Giovanni Sartori: "El pluralismo de los medios en los que un mensaje contrarresta a otro mensaje y una tendenciosidad es neutralizada por otra opuesta".

Las declaraciones de Iglesias son una contribución más a que la política y el debate, muy caldeado ya, se sitúe en los extremos: calificaciones o descalificaciones de "rojos" por un lado y "fachas" por el otro. Declaraciones así, como su mensaje para celebrar el 14 de abril, no favorecen precisamente el objetivo de pacto para salir de la crisis al que llama Pedro Sánchez. Que nadie se rasgue luego las vestiduras cuando Aznar o Felipe González hablen, como alarma, de "cambio de sistema".

Espacio sin ley

¿Presupone limitar la libertad de expresión legislar y actuar para que las redes sociales dejen de ser un espacio al margen de la ley y de respeto a unas normas mínimas de convivencia cívica? Fue una trampa prolongada la respuesta afirmativa a esta pregunta, cuando no la descalificación a quien se atrevía a formularla. Sirvió para no avanzar en la necesidad de llevar una mínima transparencia y exigencia de responsabilidades legales a quien, en su pleno derecho democrático -eso no se discute- más allá de emisor y difusor de informaciones y opiniones, difunde mentiras, bulos insulta o entra en la intimidad de otra persona. Sorprende que algunos con responsabilidades públicas se den por enterados de esto ahora.

La situación social y política que produce la pandemia actual muestra hasta el extremo los excesos de las redes, con bulos, mentiras y campañas político-ideológicas basadas en medias verdades o mentiras. Ni es nuevo ni su procedencia ideológica es monocolor aunque en este momento domine la circulación de mensajes contra el Gobierno y sus miembros. Este fenómeno no es solo obra de "hooligans" políticos, ni, como decía Sartori, de "activistas locales de partido que trituran" a los creadores de opinión, digamos que heterodoxos. Hay organizaciones e intereses que actúan e intromisiones desde el exterior. Recordemos, como didáctica, la película Brexit: The Uncivil War.

Sin duda el confinamiento de la población favorece una mayor difusión de falsedades e insultos. El miedo ciudadano en una pandemia se aprovecha para que penetren cargas ideológicas interesadas.

Pero responder con la censura, con limitaciones a la libertad de información, como sería un emisor único oficial -ya lo sufrimos muchos años- o con intromisión en el ámbito privado de los ciudadanos por la proliferación de bulos y falsedades en las redes sería una respuesta falsa y bastante más que "narcisismo moral", con el que abría la carta. Como sería un retroceso cualitativo en las libertades ciudadanas pretender dar categoría de normalidad, de aprobación ciudadana, a las prácticas de "gran hermano" que puedan existir.

Medios y formas hay, como anuncia el PSOE con Vox por la difusión de algunos mensajes en las redes, para que si hay o no delito lo decida quien le corresponde, los jueces. La defensa de la información no es la censura o el emisor único oficial

De usted, s.s.s.


* "¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener la libertad total para la difusión de noticias e informaciones?"

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