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Laberinto en Galicia

La corriente favorable al socialismo en España es viento de cola para las aspiraciones de Gonzalo Caballero
Alberto Núñez Feijóo, se reúne con el secretario xeral del PSdeG-PSOE, Gonzalo Caballero
photo_camera Alberto Núñez Feijóo y Gonzalo Caballero, en enero de 2018. PEPE FERRÍN (AGN)

SEÑOR DIRECTOR: La política gallega se puede ver desde un dilema, el que pudiera planteársele a Alberto Núñez Feijóo de volver, o no, a presentarse como candidato a la presidencia de la Xunta. Puede estudiarse también este momento como un laberinto, con riesgos de terreno minado. Una situación que, ante el muy probable supuesto de que la investidura de Pedro Sánchez no prospere esta semana, abriría dos opciones de camino: adelanto de elecciones o no en Galicia. 

Si la investidura de Pedro Sánchez no sale adelante, España estará ante las urnas en otoño, con viento a favor para el propio Sánchez. Así son los pronósticos demoscópicos y de quienes los interpretan. Hay también opiniones que recuerdan que no se puede tentar demasiadas veces la suerte. Ven el riesgo de convertirla en una soga que mata. Sánchez la tentó: se levantó contra todo pronóstico desde el polvo del camino al que lo arrojaron los suyos, precisamente por la investidura de Rajoy. 

Esa corriente favorable al socialismo en España sería viento de cola para las aspiraciones del socialismo gallego hacia posiciones de alternativa de poder en Galicia y de afirmación del liderazgo de Gonzalo Caballero dentro del PSdeG-PSOE. 

Con un año ya de Pedro Sánchez en la Moncloa como presidente, agotada al límite la legislatura gallega, podríamos ver la prueba. O, casi con toda improbabilidad, este mismo otoño si Feijóo optase por adelantar para coincidir las elecciones gallegas con las generales en España. 

Riesgos 

Cuál sería el riesgo mayor para los populares, con esas dos opciones de entrada al laberinto pero sin garantías con la salida. Adelantar en Galicia y hacer coincidir con las generales probables del próximo noviembre implicaría que al menos la operación Corina Porro en Vigo no dispondría de tiempo para recuperar al PP en esa ciudad. Vigo es el gran riesgo para un PP que ahora suma 41 diputados. La opción de agotar al máximo la legislatura hasta el otoño de 2020 debería servir al Partido Popular para, recordando a Hannah Arendt, "la degradante obligación de ser de su tiempo". O sea, un año por delante para trabajar desde los mensajes del PP gallego y desde la acción de la Xunta en los deberes políticos pendientes ante las urbes y ante el electorado que se les va o que no se incorpora. Sería la tarea y la prioridad de Corina Porro al frente del PP y de la representación de la Xunta en Vigo. 

Como brújula orientativa de cambio pudiera servirles el discurso en Estrasburgo de la nueva presidenta de la Comisión Europea, la democristiana alemana (CDU) Ursula von der Leyen. Nada que ver con los giros que practicó en España Pablo Casado hacia una ‘autenticidad’, que era tardo reaccionario. Von der Leyen marca rumbo para los populares europeos, muy especialmente españoles, en esa tarea obligatoria de "ser de su tiempo". Incluso José María Aznar, el de la Faes, echó en falta esta semana centralidad en la política española. 

Batirse con Feijóo 

El escenario real en Galicia es, como usted, señor director, conoce bien, que esta semana Gonzalo Caballero, líder de los socialistas gallegos, entró en el Parlamento. El objetivo de ser candidato a la presidencia de la Xunta exigía ese movimiento. La tarea parlamentaria frente a un Alberto Núñez Feijóo experimentado y brillante parlamentario, hábil en el cuerpo a cuerpo dialéctico, va a ser el doctorado político para este joven profesor de Economía, al que le acompaña la constancia como norma de trabajo. 

La situación de Gonzalo Caballero dentro de su propio partido exigía también su visualización desde la tribuna del Parlamento. Los clanes y las intrigas internas urgen el objetivo de asentarse como firme dirigente del socialismo gallego. 

Los movimientos, por ejemplo, dentro de los socialistas en Lugo marcan ruta. El relevo de Darío Campos por José Tomé al frente de la institución provincial solo se explica en claves internas de partido: Gonzalo Caballero afianza poder. 

Alberto Núñez Feijóo, formalmente al menos, no ha despejado la incógnita de si repetirá como candidato popular. No le queda otra. No hay reemplazo en el PP para él. No hay nombre que ofrezca una seguridad como la suya con garantías para la competición. Ni por aproximación. Es ya muy tarde para las dudas, y tentaciones, que le pudieran surgir para presentarse de nuevo. La presión le vendría no solo desde dentro de su partido, que ya se manifiestan. 

Núñez Feijóo, como garante de estabilidad en un cuarto mandato, pone en marcha la máquina popular con la tarea de 'ser de su tiempo'

El objetivo de estabilidad que representa Feijóo en Galicia activaría a diferentes sectores o grupos sociales para llamarle a la responsabilidad de concurrir para revalidar por cuarta vez en la presidencia de la Xunta. 

No conviene olvidar, con todos los vientos que silban para las aspiraciones de alternativa, que el PP cuenta actualmente con 41 diputados frente a 14 de los socialistas. Ese es el suelo del que parte Gonzalo Caballero. A pesar de las sombras que para los populares gallegos trajo la debacle de Pablo Casado, así como el cultivo propio de la pérdida del poder urbano y del tsunami que les barrió en Vigo, con las bombillas del tío del líder socialista, la suma total de votos del PP gallego fue superior en las municipales a la de los socialistas. 

En Vigo se verá la fuerza del viento de cola que facilite el avance de Gonzalo Caballero y se constatará igualmente si la batalla en las autonómicas coincide en aquella demarcación con los intereses de Abel Caballero en la alcaldía. Corina Porro tendrá que mostrar su capacidad de diosa del Olimpo para amainar los temporales que en la ciudad olívica dificulten al PP, y a Núñez Feijoo al timón, volver a amarrar, por cuarta vez consecutiva, el barco popular en la Xunta de Galicia. 

En resumidas cuentas, señor director, en la visión que he intentado transmitirle, el dilema y el laberinto gallego dependen de una decisión de Núñez Feijóo —adelantar o no las elecciones— y dependen de la nota que obtenga durante este año Gonzalo Caballero en el cuerpo a cuerpo parlamentario con el experimentado presidente de la Xunta. Y el aprovechamiento del viento favorable. La auto desintegración de las mareas le deja al PSdeG el espacio de la izquierda libre y con Ana Pontón en el BNG la opción de sumar y aspirar a un nuevo bipartito. Gonzalo Caballero puede ver como factible la opción de llegar a la presidencia de la Xunta, a la que aspiró su tío el alcalde de Vigo que entonces cosechó frente a Manuel Fraga uno de los más estrepitosos fracasos del PSdeG en unas elecciones autonómicas. 
La maquinaria del PP en Galicia se puso en marcha ya y la credibilidad y capacidad de Feijóo para la tarea, obligada para los populares, de 'ser de su tiempo', un renovado discurso político, es posible. Más política acorde a una sociedad en cambios profundos, más capacidad de ilusionar hacia el futuro, más referentes de progreso que de nostalgia. Se lo facilita además el camino hacia atrás de Albert Rivera. 

Feijóo, con los deberes hechos, puede aspirar a un cuarto mandato. Gonzalo Caballero puede presentar como éxito el quedar situado sólidamente, sin cuestionamiento interno, para la alternancia. Estaría legitimado, desde el suelo que parte. 

Atentamente.

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