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Ola de fusiones bancarias

La unión de Caixabank y Bankia obligará a la banca mediana, como Abanca, a mover ficha
Sede de caixaBank. AEP
photo_camera Sede de caixaBank. AEP

MESES ANTES de la llegada de Juan Carlos Escotet, en diciembre de 2013, cuando un atribulado José María Castellano intentaba sin éxito atraer fondos de inversión internacionales y fortunas patrias para pujar por Novagalicia Banco, entonces en manos del Frob, en los pasillos de la coruñesa Rúa Nova el recelo mutaba en pavor: todo menos caer en manos de Caixabank. La entidad catalana, pilotada por Isidre Fainé, tenía su mirada clavada en Galicia. Era el pasivo, los depósitos de los gallegos en la heredera de las dos cajas, lo que de verdad saciaría parte del apetito de uno de los ejecutivos más respetados, y también temidos, de las finanzas españolas. Esos depósitos y las millonarias inyecciones de capital público previas en Novacaixagalicia hacían del banco gallego un auténtico caramelo que pasaba casi desapercibido entre tanto ruido por la crisis de las preferentes alimentada durante años por los Méndez y Fernández Gayoso de turno.

Los chicos de Fainé, con una oferta muy a la baja, no contaban con la irrupción del venezolano, que se llevó Novagalicia en subasta. Pero Caixabank siguió su camino lejos de Galicia, con la nada disimulada ambición del manresano de convertirse en el primer banquero de España. Solo tenía que esperar su momento. Y hacerlo de otra manera. Esa oportunidad ha llegado con lo que queda de la caída de las cajas: Bankia.

Poco tiene que ver la crisis del Covid-19 con esta anunciada fusión, que alumbrará la primera entidad del mercado español por Ola de fusiones bancarias activos. A lo sumo, el movimiento se puede interpretar como de anticipación ante lo que está por venir: alta morosidad, que será inminente, derivada de la crisis económica provocada por la pandemia. Pero la absorción de Bankia por Caixabank, hay que decirlo claro, también alimenta otro seísmo: abre un baile de fusiones bancarias que solo era cuestión de tiempo.

El puente aéreo entre Madrid y Barcelona sí ha operado en esta ocasión a pleno rendimiento, pero con otros protagonistas entre bastidores. La presencia del Estado en el capital de Bankia, de la que controla más del 60%, hace emerger la clave política de la operación, por mucho que José Ignacio Goirigolzarri, su presidente, se empeñe en decir lo contrario. Resulta de ingenuos pensar que el Banco de España y la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, no están entre los muñidores de esta integración.

Descolocado Podemos, el socio de Pedro Sánchez que aspiraba a hacer de Bankia ese banco público que todo lo presta, toca analizar las repercusiones de la fusión, que es positiva en términos de balance, solvencia y capital, pero no lo es tanto desde el plano del empleo, por las duplicidades que se generan, y tampoco por el lado de la competencia, al restringirse los actores del mapa bancario, con lo que se reduce la oferta. Cierres de oficinas, prejubilaciones y despidos... Esa será la vía de la reducción de costes que llegará a Caixabank y Bankia unidas, y a la vez hará la resultante más fuerte y más sana. Es inevitable. Ese es el drama del sistema financiero, en un entorno donde los tipos bajos, y hasta negativos, hacen que el negocio de captar y prestar dinero, el de siempre, deje de ser rentable.

¿Y qué pinta Galicia en esta operación? Pues mucho más de lo que parece. Tras años de reestructuración en ambas entidades, Bankia (20 sucursales) y Caixabank (por debajo de las 140) suman una red en el mercado gallego que está a años luz de Abanca, el líder con 495 oficinas. El protagonismo de Galicia en esta nueva etapa llegará por otra vía, y también seguirá una senda: el baile de fusiones.

Con el paso que han dado Caixabank y Bankia se marca un camino sin retorno para las entidades medianas, que saben que el mercado se estrecha y ganar tamaño es más que una obligación. Escotet, y Abanca, lo han entendido desde hace un par de años, con operaciones de compra de red (Banco Caixa Geral España, Deutsche Bank PCB Portugal o la adquisición de Bankoa) y algún intento fallido: Liberbank y el portugués EuroBic. Pero ninguna de ellas se podría entender como una integración entre iguales: el objetivo era ganar tamaño y prepararse ante lo que se avecinaba y que ahora llega. Es el turno de la caza mayor. Y el venezolano lo sabe.

¿Unicaja? ¿Ibercaja? ¿Otra vez Liberbank? ¿Un gran banco portugués? En la zona templada del ranking está la oportunidad para Abanca. Y el momento ha llegado.

YOLANDA DÍAZ | Los Erte unen a Gobierno, patronal y sindicatos

ESTÁ demostrando lo que es, la ministra menos podemita de cuantos ocupan la cuota de la formación de Pablo Iglesias en el Ejecutivo. IU, al menos, en el ADN. Yolanda Díaz también acredita desde el Ministerio de Trabajo que es posible llegar a acuerdos en una mesa de negociación. Crisis obliga. La extensión de los Erte más allá de septiembre parece garantizada, aunque el acuerdo todavía no está cerrado. Patronal sindicatos y Gobierno parecen tener claras las prioridades, y es de agradecer. Otra cosa bien distinta son las bajas laborales para aquellos padres con hijos en cuarentena que no hayan dado positivo. Si el teletrabajo ha llegado para quedarse, no parece que esa medida sea lo más acertado, desde luego.

JOSÉ CARBALLO | Cuarenta años en Finsa para un ejecutivo histórico

ESTE verano tan raro ha sido especial para un veterano pero a la vez entusiasta ejecutivo como es José Carballo, histórico del sector forestal. Carballo ha cumplido cuarenta años enrolado en las filas de Finsa, la gran multinacional maderera. De todo ha visto desde agosto de 1980, cuando llegó a la compañía compostelana. En este tiempo, ha contribuido de forma determinante a crear un gigante. Lo ha hecho con discreción, como todo en Finsa. Carballo ha sido director general, secretario, consejero de las patrimoniales familiares... De todo ha hecho en este tiempo, pero uno de sus logros pasa desapercibido: haber logrado que la transición generacional en la empresa, en la antesala de la crisis, fuera un éxito.