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Un verano a dos velas

Otra tormenta perfecta por el récord del precio de la luz y otra cascada de ideas peregrinas
Central térmica de Aboño, en Asturias. ELOY ALONSO (EFE)
photo_camera Central térmica de Aboño, en Asturias. ELOY ALONSO (EFE)

En toda inundación lo primero que suele faltar es el agua potable. Y en esto del precio de la luz, pues sucede algo parecido. Sea durante olas de calor o de frío, el precio del megavatio se dispara en el momento menos oportuno, ya sea para encender el aire acondicionado o la calefacción. Esto es lo habitual durante los últimos años. Un dinámica que se suele repetir, en gran medida debido al mix energético de este país, que no tiene nada que ver, por ejemplo, con Francia o Noruega, donde mandan por abrumadora mayoría la nuclear y la renovable, respectivamente. Sin embargo, asistimos a una tormenta perfecta estos días, con una consecución de máximos históricos durante toda la semana para acabar con el precio del megavatio por encima de unos escandalosos 114 euros. ¿Por qué?

Son muchas las explicaciones que están sobre la mesa, y también las de parte, que en nada ayudan a enfocar un problema que no reside solo en los altos precios, también en su fuerte volatilidad. Por todo ello, conviene detenerse en la luz que proyecta el Banco de España a través de un oportuno informe. Entre diciembre de 2020 y junio de este año; es decir, en estos últimos seis meses, los precios mayoristas de la electricidad casi se duplicaron en este país. De acuerdo con las estimaciones del documento del Banco de España, alrededor del 20% de ese aumento vendría explicado por el encarecimiento observado en los precios de los derechos de emisión de CO2, "cuyo efecto repercute directamente en los costes de generación de la energía eléctrica a través de tecnologías que hacen uso de combustibles fósiles".

No obstante, mantiene el instituto emisor, la mayor parte del incremento, cerca de la mitad, provendría del aumento de los precios del gas, que es la fuente empleada por las centrales de ciclo combinado para producir electricidad. La evolución de los precios mayoristas de la electricidad en otros mercados europeos ha sido similar a la del caso español. Sin embargo, existen diferencias sustanciales en cuanto a la traslación a los precios minoristas.

Dos rotundas conclusiones se pueden extraer de estas explicaciones del Banco de España. De un lado, no solo España, sino toda Europa, camina en la dirección correcta cuando apunta a la transición energética, a un cambio de modelo que deje las energías fósiles de una vez y resitúe el ciclo combinado como energía de respaldo en un entorno dominado por las renovables. De otro, aunque España sea una isla energética, no lo es en cuanto a la evolución de los precios, cuyo proceso de fijación es manifiestamente mejorable a la luz de toda esta escalada. El sur de Europa, y en menor medida economías como Francia o Alemania, también asisten actualmente a un episodio de fuertes oscilaciones en los precios.

¿Y por qué suben los derechos de emisión de CO2? Porque el suyo se ha convertido en un mercado especulativo, que en cierta medida alimentan las propias restricciones impuestas por Bruselas en materia de dióxido de carbono. Por eso sube el precio. Porque hay demanda. El instrumento se puso en marcha en 2005, y vistos los avances, y sobre todo sus derivadas, pide una revisión. ¿Por qué sube también el gas? Hay que mirar de nuevo a los mercados internacionales y girar la cabeza hacia China, porque un fuerte incremento de sus importaciones también redunda en el precio.

Por tanto, es el mercado, en gran medida, lo que está provocando esta escalada. Sin embargo, persisten y damos por buenas muchas anomalía que en nada ayudan a hacer del eléctrico un mercado transparente en cuanto a la fijación de precios. Por ejemplo, es una falacia hablar de que en el diario se casan precios a través de un proceso de negociación entre las comercializadoras y generadoras de electricidad, porque son lo mismo con distinto nombre. Ejemplo: Naturgy y Nedgia.

Y, de otro, que haya un precio marginal no quiere decir que todas las centrales tengan que cobrar ese precio marginal. La última energía marca el precio y todas las centrales acaban recibiendo el de la última oferta que cubre la demanda, la más cara, independientemente de sus costes de producción. Esto no parece lo más eficiente para el sistema, aunque sí rentable para muchas grandes eléctricas.

Lo peor, nada indica que esta escalada vaya a tocar techo en breve. Por muchas ideas peregrinas que oigamos estos días.

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