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La marea negra del covid

Solo las ayudas directas pueden mitigar el golpe en los servicios, gran perdedor de esta crisis
Protesta de los profesionales de hostelería en Ourense. EFE
photo_camera Protesta de los profesionales de hostelería en Ourense. EFE

GALICIA sabe mucho de catástrofes. Basta con pasear por nuestras costas y su pasado reciente. La última, el Prestige, punto y aparte en los accidentes marítimos que nos dejaron sin aliento y golpearon miles de bolsillos. Antes, Mar Egeo, Casón, Urquiola, Polycommander... Cuando se produce un siniestro así, lo primero son las barreras anticontaminación en un intento por frenar el avance de la mancha de fuel. Después, se suceden otras medidas, como las ayudas a los colectivos más afectados que viven del mar. Incluso, como sucedió con el Prestige, accidentes de ese tipo cambian el rumbo de las decisiones políticas y, con más o menos acierto, se opta por trasladar terminales petroleras del interior de las rías, caso de A Coruña. Por resumirlo, se actúa en lo inmediato, las barreras anticontaminación y las ayudas, y se plantean medidas a medio y largo, más estructurales, por decirlo de algún modo, como fue el traslado de las actividades más peligrosas del puerto a Langosteira.

El Covid es otra catástrofe. Otra marea negra. Y requiere cirugía de urgencia y de mínima invasión, para contener la sangría económica de los sectores más afectados, y también levantar la vista y pensar en qué hacer con los fondos europeos a los que aspiramos. Son secuencias muy distintas. Corto y medio plazo. Como en la metáfora del Prestige. Europa no nos va arreglar el problema de un plumazo y pide pensar en proyectos que dibujen en los próximos años un modelo económico distinto, toda una aspiración, que pivote además sobre la economía verde y sostenible y también sobre la digitalización. Pero al dueño de una cafetería de Monforte nadie desde Bruselas le va a arreglar el mes de noviembre, perdido como marzo y abril.

Por eso la ampliación de los Erte en el caso del sector servicios, y las ayudas directas, se convierten ahora en imprescindibles, en una auténtica barrera anticontaminación que frene la marea de quiebras y despidos que viene. Y que llegará. Más allá de los avales del Ico o los créditos subvencionados, el camino pasa por un plan de choque como el diseñado en otros países. El ejemplo alemán es paradigmático. El mismo día que Angela Merkel anunciaba el cierre de la hostelería durante un mes, su gobierno activaba un plan de ayudas directas que cubrirán los ingresos del sector por el 75% de lo que hubieran facturado el mismo mes del año pasado. Alemania tiene mayor renta, y su PIB triplica al español. Y aunque es una economía terciarizada, solo diez de los 30 millones de personas empleadas en este sector lo hacen en el comercio, la hostelería y el transporte.

¿Puede España hacer algo así? ¿Debe hacerlo? Un rotundo sí basta para responder a las dos preguntas. La prima de riesgo hace tiempo que dejó de ser noticia en los telediarios. Lo fue durante la crisis del ladrillo. Y el llamamiento de los organismos internacionales, tanto el FMI como la OCDE, pasa por la misma receta. El mensaje dice algo así como que acudan ustedes a los mercados, ahora que la financiación está tan barata, y no tengan miedo a endeudarse. ¿De qué sirve tener una deuda del 120% del PIB si la producción de bienes y servicios se hunde? Si uno de los cocientes disminuye, caso del PIB, la deuda relativa seguirá al alza. Lo explica muy bien José Ángel Gurría, el secretario general de la OCDE: «La ratio de deuda sobre PIB no deja de ser un quebrado que depende no solo de cómo aumenta el endeudamiento sino también de cuánto cae el PIB», explica el mexicano, que tiene muy claro quién es el enemigo: el coronavirus.

En nada ayuda a todo esto la estructura productiva de España y también de Galicia, que en este último caso ha visto cómo en los diez años de crisis el peso del sector servicios iba a más, en aquellas ramas precisamente más maduras: comercio, hostelería, transporte y actividades inmobiliarias. Prácticamente el 70% del valor añadido bruto de la economía gallega depende actualmente de los servicios.

Y sobre ese tapete, España será uno de los países más golpeados de la UE, lo dice Bruselas en sus últimas previsiones, precisamente por la vulnerabilidad de una estructura productiva que el coronavirus deja a la intemperie. Más allá de las decisiones políticas y los errores en la gestión de la crisis, esta marea negra impacta de lleno sobre uno de los sectores más nutridos, los servicios, pero a la vez este año más anémico.

José Antonio Zan ►Primera victoria de los trabajadores ante Alcoa

UN año lleva al frente del comité de empresa de Alcoa y, como él mismo dice, muchas noches en vela. José Antonio Zan puede presumir de haber ganado un asalto, el de las medidas cautelares solicitadas por los trabajadores, pero sabe mejor que nadie que la batalla será larga. Con su decisión, el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia entiende que Alcoa puede seguir adelante con el despido colectivo, pero ojo con las cubas, nada de pararlas por si finalmente el expediente de extinción es declarado nulo. Hay vida y esperanza, por tanto. Y un acicate más para que Alcoa se avenga a negociar y deje de negar la mayor. Zan sabe que ahora se entreabre una puerta, quién sabe si para la llegada del comprador.

Fernandpo González Laxe ►Los mensajes del expresidente de la Xunta ante la crisis

ANDA Fernando González Laxe preocupado por la educación y esa «interrupción» que representa la crisis del Covid. De los pocos. También por la fractura social que provocará esta pandemia y las cicatrices de gran profundidad que dejará. Lo ha explicado con claridad en el Parlamento, ante la atenta mirada de los portavoces de los tres grupos. El catedrático y expresidente de la Xunta también lanza algunos mensajes en los que conviene reparar y llama a «evitar la estandarización de las soluciones». Pide además una nueva mirada a la industria, generadora de empleo estable, y saber aprovechar la oportunidad de los fondos de reconstrucción. Buena nota habrá que tomar de Laxe. En San Caetano lo hacen.

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