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La espantada de Vestas

Los cierres de Vestas y Gamesa demuestran que Galicia es incapaz de crear cadenas de valor
Concentración de los trabajadores de Vestas. AMA
photo_camera Concentración de los trabajadores de Vestas. AMA

EN los noventa, Begoña Cristeto fue delegada en Galicia del Intituto de Comercio Exterior, el conocido Icex. Pasaría después por un sinfín de cargos a la sombra de la política económica hasta que llegó a secretaria general de Industria con Rajoy en La Moncloa. Hoy en día Cristeto está embarcada en el sector privado y desde KPMG, una de las grandes consultoras, lanza un rotundo mensaje a la industria del automóvil a cuento de la crisis mundial de los microchips: les aconseja que adopten un "rol activo" y consideren realizar inversiones directas en la fabricación de chips para asegurarse un suministro suficiente o bien para aumentar su capacidad de producción. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el cierre de Vestas en Viveiro? Pues mucho más de lo que parece.

Sin decirlo, Cristeto aludía a la conformación de las cadenas de valor, en este caso, en el mundo del automóvil. El cierre de la fábrica de Vestas en A Mariña, como el de la planta de palas de Gamesa en As Somozas, clausurada este mismo año, dice mucho, lamentablemente, de la incapacidad que tiene hoy en día Galicia para crear cadenas de valor, en este caso pivotando sobre el sector energético y, concretamente, el eólico, que sin duda está llamado a ocupar un rol determinante en este proceso de transición. Pero eso no parece importar en los despachos donde se toman las decisiones, que en los casos de ambas multinacionales se encuentran a miles de kilómetros de Galicia.

De las gradas de los primeros astilleros La espantada de Vestas que se instalaron en Galicia, a finales del XIX, salían barcos de pesca construidos en madera. El acero no llegaría hasta los años treinta del siglo pasado. Fue, por tanto, la de los astilleros una actividad complementaria a la de la pesca, nacida por necesidad de un sector. Hasta aquí, la cadena de valor en el entorno de la pesca. Luego vendrían años de diversificación, hasta construir cargueros y petroleros, y también períodos de duras crisis que llegan a la actualidad.

El sector forestal, desde los propietarios hasta los aserraderos, pasando por rematantes, empresas de servicios y grandes multinacionales de capital gallego (Finsa), es un caso de libro de una cadena de valor de éxito en Galicia. Como lo es también el lácteo, aunque con grandes descompensaciones: capital extranjero dominante en un modelo que siempre tiene al ganadero como eslabón más débil. Otro caso, la automoción, con un clúster en torno a PSA en Vigo que convierte en multinacionales a sus proveedores y solo tiene como asignatura pendiente la fabricación de los propios motores, que se intentó sin éxito en los noventa. Y qué decir del textil, con esa gran referencia que fue Amancio Ortega en sus inicios con cientos de talleres repartidos por la geografía coruñesa. Hoy en día, Inditex tiene en Portugal, Marruecos y Turquía la producción de proximidad de sus proveedores. Es la baza de la globalización y la tiranía de los márgenes a través de la reducción de costes. En este caso, algo muy parecido sucede con Vestas.

A Portugal se ha ido Gamesa desde As Somozas tras el cierre de la fábrica de palas (215 trabajadores) y deja atrás veinte años de actividad en Ferrolterra. Y en Oporto tiene Vestas un centro de I+D al que ha dedicado fuertes inversiones en los últimos años. Demasiados paralelismos entre una y otra crisis como para pensar que la decisión de la multinacional danesa puede ser reversible.

En toda cadena de valor hay empresas tractoras. En Galicia, en energía, lo fue en su día Unión Fenosa, diluida hoy en Naturgy. Y, en cierta medida, otras tres (Norvento, Ecoener y Greenalia) intentan tomar el relevo. Lo hacen también en el sector eólico, tras un parón de diez años. Esa es la realidad tras la judicialización de los concursos eólicos, tanto del bipartito como del PP de Núñez Feijóo. Pese al boom actual de las renovables, todo expectativa, ese gran paréntesis ha sido el culpable de que el eólico no tenga hoy en día su cadena de valor.

El veterano catedrático Jorge González Gurriarán es quien más sabe en Galicia de este tipo de estructuras empresariales. En su opinión, es necesario modernizar y reforzar las actividades actuales resolviendo los "eslabones vacíos" con mejor diversificación selectiva ante las actividades con riesgos. Ese "eslabón vacío" es el que dejan Vestas y Gamesa en Viveiro y As Somozas. Exdirector de Vulcano y del Igape, alguien debería escuchar más a González Gurriarán.

SANDRA ORTEGA ► Incómoda visita al juzgado de la dueña de Rosp

No lo debió pasar bien la primogénita de Amancio Ortega en su visita a los juzgados esta semana. La propietaria de Rosp Corunna, segunda accionista de Inditex y socia por herencia del controvertido Kike Sarasola en Room Mate, acudía a declarar tras las dos querellas presentadas contra quien fuera su número dos. Sandra Ortega se veía las caras con José Leyte, un directivo de total confianza de su madre pero con quien ha llegado a las manos, como quien dice. Y es que le acusa de administración deselal y falsedad documental, básicamente por haber suplantado sus firmas. Sandra Ortega no llegó a declarar y queda ahora todo en el aire, ya que Leyte dijo que ella tenía pleno conocimiento de esa operativa. Continuará.

REYES MAROTO ► Los errores de la ministra y el silencio con Alcoa

Industria, Comercio y Turismo. Tres grandes asuntos en un mismo ministerio es lo que maneja Reyes Maroto. Ninguna disculpa. Esta semana le ha tocado al volcán de La Palma, y pese a la rectificación, las declaraciones de la ministra exaltando el asunto como un atractivo turístico invitan a la más rotunda perplejidad. ¿No tiene asesores? ¿Asesores para casi todo? Si es capaz de asegurar en estos momentos que se trata de "un reclamo turístico que debemos aprovechar", queda claro que Maroto puede sorprendernos siempre que abra la boca. Por ejemplo, para abordar la crisis de Alcoa, donde todo es silencio. La peor de las noticias es la nueva convocatoria de huelga. Dice mucho de unas negociaciones rotas.

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