Blogue | Permanezcan borrachos

Sea crítico

SE HACE DIFÍCIL Y ABURRIDO imaginar una existencia sin críticas. ¿Vivir sin decir que alguien es cursi, o gilipollas, o sin pensar "me cago en la puta, qué tonto eres", refiriéndote a ti mismo? Muy difícil, sí, y tedioso. Qué necesidad. Hay muchos niveles de crítica. Yo pensaba que la persona más crítica del mundo era una vecina de mis padres. No se conformaba con pensar que todos teníamos unos defectos horribles, sino que intentaba dar con un mote perfecto para cada uno. Pero un día oí a mi amigo César hablar de su madre, y me pareció que la vecina caía a la segunda posición. "Es una censora implacable de taras, errores, defectos de parientes, conocidos, el pueblo entero", me contó.

Ilustración para el blog de Juan Tallón. MARUXACésar tenía un recuerdo de infancia en el que aparecía su madre, a la hora de la comida, criticando a una señora del pueblo. Lo hizo a expensas del elogio inopinado a su marido. En su opinión, él tenía unas destacadas dotes artísticas, además de ser un intelectual nato. Pero no había podido desarrollar su talento por culpa de su esposa. "Es el típico caso en el que un matrimonio inadecuado arruina una mente valiosa, y todo lo que podría regalarle al mundo". Mi amigo quedó muy intrigado al oír aquello. ¿A quién se estaría refiriendo? ¿Sería el propietario de una buena biblioteca? ¿Sería un escritor sin obra publicada? No recordaba que su madre hubiese dicho su nombre. Le habría gustado ponerle cara.

Quizá César no recordaba de quién se trataba porque se trataba de muchos. De hecho, empezaron a venirle a la cabeza nombres de los damnificados por su matrimonio. Inaugurando la procesión, se le impuso una escena. "Yo tenía unos diez años, estábamos en la casa de mi abuela, y uno de mis tíos se quejaba con amargura del fracaso que lo perseguía en sus esfuerzos por manifestarse como actor. Histriónico, muy expresivo, era actor en cada fibra. Tenía pasión por el teatro". Pero todo volvía siempre a la nada. Sus iniciativas eran saboteadas por la indiferencia, la mala suerte, la precariedad de medios. Sus hermanos lo consolaron refiriéndose al ambiente poco propicio del pueblo, y elogiando algunas de sus actuaciones. La madre de César, que se había mantenido en silencio, abrió de pronto la boca para decir que toda la culpa era de su esposa. "Tu única mala suerte fue casarte con una mujer que no te comprende", dijo. Se hizo un silencio incómodo.

El pobre hombre se levantó y se marchó sin despedirse. "Mi madre estaba radiante. Fue cruel. Yo había notado esa veta sádica antes, y lo poco que le importaba crear situaciones incómodas". Aquel día, en la comida, mi amigo renunció a identificar al marido porque podía ser cualquiera de la legión que recordaba. Había un dentista que era también notable entusiasta del teatro. Siempre estaba solo, hecho del que la madre culpabilizaba a la esposa. "Que podía esperarse de esa vaca gorda, ignorante, limitada a hacer la comida, y él un hombre fino, sensible, marchitándose en la soledad matrimonial". Y estaba el presidente de la comisión directiva de la biblioteca, un hombre cultísimo que podía haber llegado a ser un gran escritor si no fuera "por el freno de la bruta de su esposa, que en su vida había abierto un libro". Además de frustrarlo lo había empujado al alcoholismo, por cierto.

Y estaba también un amigo de juventud del padre de César, artista pintor, dandi, gran lector y viajero. "Su gran error fue casarse con una mujer sin vuelo, por no decir sin cerebro". El padre debía de estar más acostumbrado a estas opiniones, y no solía decir nada, si bien en ese caso hizo una observación: la mujer del pintor era rica y era lo que le permitía al marido sus veleidades culturales. Su mujer descartó la objeción. Ni todo el dinero del mundo podía convencerla de que aquella mujer estab a a la altura de un hombre sensible. Otro caso más: un músico. Podía haber llegado a estrella de no ser por "esa esposa banal que lo había atado al pueblo y a vegetar en el oficio de fotógrafo". Y había más, muchísimos más, me dijo César, que al final consiguió que no me pareciese grave que la vecina de mis padres también llamase a sus nietos por un mote.