Blogue | Permanezcan borrachos

La mejor idea que existe

CUALQUIERA PUEDE tener una idea maravillosa, llamada casi siempre a no servir para nada, salvo para pensarla varias veces y sacarle brillo con la manga, hasta que se olvida, y con el tiempo se olvida que se olvidó. Es como encontrarse un botón precioso en el suelo. Se trata un botón de color rojo elegantísimo, fino, quizá de un abrigo de Dior, pero ¿qué puedes hacer con un simple y solitario botón rojo? Nada. Lo tiras, o durante un par de días lo llevas en un bolsillo, por si encuentras tres o cuatro botones exactamente iguales. Como eso no ocurre, al llegar a casa por la noche, y cambiarse de ropa, y vaciar los bolsillos encima de la cama, te reencuentras con él y lo guardas en el último cajón de la mesilla, junto a otro sin fin objetos inútiles.

A medida que la idea maravillosa se enfría -esto es muy común- resulta menos maravillosa de lo que creíamos al principio. Y quizá tampoco sea una idea realmente, sino una agudeza o un juego de palabras. No sabría contar las veces que se me ha ocurrido una de esas frases que tachas modestamente de maravillosas, y que después no sabes dónde poner, y tienes que olvidar para mejor ocasión, o simplemente colocar mal en una novela o una columna. Ni hablo ya de los días que escribes, esta vez sí, una frase genial, y al rato descubres que ya la dijo Scott Fitzgerald, Clarice Lispector o Ángel González.


No menos habitual que descartar una idea o una frase maravillosa, porque no es tuya, o porque es malísima, es desechar un gran sueño. Algunas mañanas te despiertas excitado, con el corazón al galope, por algo que acabas de vivir como si fuese real. Aquí hay una novela magnífica, te dices, y cuando te has incorporado de la cama, y puesto las zapatillas de andar por casa, ya no recuerdas nada. Te pasa lo que a Onetti una tarde que se despertó de una siesta. Ese día estaba en casa Horacio Varela, y lo llamó. "¿Me oíste hablar en sueños?". Horacio negó con la cabeza. "Qué lástima. Era un cuento perfecto. Se me ha escapado para siempre", lamentó el escritor uruguayo.

Sueño con que me subo a un taxi conducido por Chu-Li, el mayordomo de Angela Channing en Falcon Crest


Yo sueño desde hace unos veinte años con que me subo a un taxi amarillo, conducido por Chu-Li, el mayordomo de Angela Channing en Falcon Crest. Visto una gabardina, que me sienta como a Steve McQueen en Bullit, y un sombrero estilo Fedora. Fuera llueve y estoy chorreando. Cuando cierro la puerta, le digo al conductor que siga al coche que tenemos delante. "Es cuestión de vida o muerte". Nunca sé a quién persigo. El coche es un Renault 5 rojo. Cuando llevamos diez minutos de persecución, el taxista se vuelve hacia el asiento de atrás y ya no es Chu-Li, sino Bill Crosby, y me dice: "Ese hijo puta corre que se mata". Crosby saluda a distintos conocidos mientras conduce, y enciende un cigarro con el mechero del coche. Cuando estamos a punto de alcanzarlo, siempre me despierto. Quizá un final inacabado sea el mejor final que existe.

Alfred Hitchcock contaba la historia de un guionista al que siempre se le ocurrían las mejores ideas en plena noche, mientas dormía, y al despertarse por la mañana no conseguía recodarlas. Un día se dijo: "Voy a colocar una hoja de papel y un lápiz al lado de la cama, y cuando se me ocurra una idea, la podré escribir". Así lo hace, y una noche se despierta de repente con una idea maravillosa, que escribe en el papel, antes de quedarse dormido de nuevo. Por la mañana, se levanta y se afeita, sin reparar en la nota. A mitad de afeitado se dice "Ah, bueno, se me ha ocurrido una idea formidable esta noche, pero ahora se me ha olvidado. ¡Ah, es terrible! Pero si no recuerdo mal, la he escrito en un papel". Sin perder ni un segundo regresa al dormitorio, coge el papel y lee: "Un chico se enamora de una chica". La anécdota le servía a Hitchcock para concluir que las ideas que se le ocurren a uno en plena noche, y que cree que son maravillosas, resultan ser a menudo lamentables a la mañana siguiente. Pese a todo, creo que la mejor idea que existe son dos personas a punto de enamorarse.

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