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Cambio de mando

EL PODER en el campamento, si alguna vez lo tuve, ha cambiado de manos. Soy un jarrón chino, que diría Felipe González. Desde el anuncio de que los niños menores de 12 años podrán salir un rato a la calle a partir del día 27, la que parte la pana aquí dentro es Irene, la única que da el perfil. A los otros tres nos espera una semana de peloteo indigno para ser los elegidos para acompañarla en los paseos.

Yo he empezado por animarla a que echara más al plato en el que tenía que meter la cara para cumplir con un reto de esos que se están mandando entre un grupo de clase, mientras su madre la grababa con el móvil.

De todos modos, no creo que sirva de mucho, parto con mucha desventaja. Esta tarde, ordenando unos cajones que yo hasta había olvidado que estaban en nuestra habitación, María ha encontrado una felicitación por el Día de la Madre que Irene que hizo hace unos años, ni sabemos cuántos. Es la típica cartulina doblada por la mitad y adornada en su portada con rotuladores y un corazón. La debieron de hacer en clase de Inglés, porque pone "Mum" y, dentro, unas frases muy simples y cariñosas en ese idioma. Pero, justo debajo y en castellano, añadía: "Mamá, eres genial, y la verdad no sé qué hizo papá para conseguirte, será que te dio pena. Te quiero. Eres la mejor". Literalmente, así de gratuito e innecesario. No sé cómo había podido olvidarlo, supongo que por no entregarla en adopción.

harina

En estas circunstancias, está claro que debo buscar otras opciones de liberación. Veo que hay muchas esperanzas puestas en que dejen salir a hacer deporte, lo que no acabo de entender: ¿son más importante los músculos atrofiados de un runner que el paseo diario de un enfermo del corazón, por ejemplo? Ya veremos.

Aún así, tampoco está fácil que cuele lo mío con el deporte, aunque sé que andan por casa las mallas y los calentadores con los que me disfracé de Eva Nasarre en una fiesta que le dimos a María. No mi María, sino otra María que también es mía y que es una de las personas que mejor abraza del mundo. Con las mallas y los calentadores, mi cuerpo de gimnasta rítmica, una pelota y un aro, malo será que no me pueda dar una vuelta a la muralla practicando coreografía. Ahora me voy unos días, pero les dejo esta imagen por si me echan de menos. 

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