Barbarie contra los otros animales

Nuestro antropocentrismo nos eleva a la categoría de dioses despóticos

Una barbarie recorre la Tierra, como si de un fenómeno natural se tratase: la violencia del ser humano contra los otros animales. Nuestro antropocentrismo, cargado de egoísmo y soberbia, nos ha elevado a la categoría de dioses despóticos y crueles que hacen y deshacen a su antojo respecto de la vida de los otros animales. Los humanos nos percibimos como seres sintientes y tendemos a reconocernos y simpatizar con los sentimientos y las emociones de otros congéneres, especialmente con su sufrimiento. Pero nos llama la atención que, con frecuencia, neguemos esa cualidad de seres sintientes a los otros animales y, por tanto, rehusemos empatizar con ellos cuando sufren. Y con asiduidad les hacemos sufrir…, a veces hasta lo inimaginable. 

Sufren nuestra violencia mercantilizadora y productivista, hacinados en granjas intensivas, reducidos a ser una simple mercancía que hay que producir y vender con el ansiado beneficio. Sufren nuestra violencia cazadora, una práctica social que también genera decenas de defunciones y miles de heridos al año entre los mismos cazadores, habitantes y visitantes del medio rural. Sufren nuestra violencia pescadora, sea con fines comerciales o recreativos, con el empleo de técnicas de captura dolorosas para peces y otros animales, así como destructivas para los ecosistemas.

Sufren nuestra violencia doméstica, el juguete-objeto personal al que dirigir nuestras insatisfacciones y trastornos mentales, sobre los que descargar nuestras frustraciones e ira interior amparados en la privacidad del hogar. Y también sufren nuestra violencia festiva, una práctica cultural que tiene lugar en el espacio público, en la que subyace un antropocentrismo sádico de una comunidad local que disfruta con el dolor ajeno y festeja con una violencia ritualizada la supuesta superioridad de los humanos con respecto a los otros animales y, en general, el dominio despótico que ejercemos sobre la Naturaleza.

El verano es una estación en la que se visibiliza más esa violencia estructural que ejercemos los humanos contra los otros animales. Desde el abandono de nuestras ‘queridas mascotas’ hasta todas esas fiestas patronales en las que se maltrata y sacrifica con sadismo engalanado de cultura a toros, caballos, cerdos, corderos, gansos, etc. A su vez, observamos que es una problemática que no solo se limita a la geografía española, sino que se extiende por diferentes zonas del Mundo: recientemente nos ha sobrecogido el festival de la ciudad china de Yulin, especializado en la gastronomía con perros. 

Nos atribuimos arbitrariamente el rol de amos de la Naturaleza y consideramos a los otros animales como nuestros esclavos: están ahí para servirnos y sernos útiles, para explotarlos y obtener una ganancia, e incluso para dar satisfacción a nuestros deseos más insanos y violentos. Parece que estemos en una guerra sin cuartel con los otros animales, ¿cuándo finalizaremos esta barbarie humana y les reconoceremos el derecho a vivir con dignidad, bienestar y en paz?, ¿cuándo dejaremos de utilizarlos como 'chivos expiatorios' sobre los que dirigimos nuestros malestares, frustraciones y pulsiones destructivas?

Pensando sobre esta cuestión, que me genera una gran inquietud, me acerco por el centro de yoga Shadak para preguntar a su director y amigo Ramiro Calle sobre qué factores psicológicos motivan en la mente humana ese nocivo estado de violencia contra los otros animales.
Realmente, para quienes los maltratan es como si los animales solo hubieran sido creados para su uso y disfrute y no tuvieran el menor sentimiento ni sensación. Es una absoluta falta de empatía con los animales, incapaces de ponerse en su lugar. No reparan en ellos como seres sintientes, sino como objetos para su disfrute. Por ejemplo, el año pasado tuve una experiencia muy desagradable, con un individuo llamado Patxi, que tiene un caserío en el contorno de Donostia y sistemáticamente sus cabras están desatendidas o con las piernas atadas y sufriendo un verdadero tormento y maltrato. Y a él le da lo mismo, es insensible, y así se lleva atrozmente comportando desde hace muchos años, según me informaron varios vecinos. Le he denunciado en las redes sociales, el Ayuntamiento y la Diputación, en la policía y guardia civil, pero nada... Hay que recrudecer y mucho las leyes sobre el maltrato animal, pero ¿qué se puede esperar mientras estén apoyadas por los dirigentes políticos las corridas de toros y se hayan considerado un bien cultural? 

Entre las filosofías y los métodos orientales que tan bien conoces, ¿cuáles pueden ser una adecuada fuente de inspiración para las personas que se preocupan y luchan contra el maltrato que ejercemos los humanos sobre los otros animales?
Sin la menor duda, el budismo, que alienta la compasión por todos los seres sintientes, ya que todas las criaturas formamos parte de una gran familia. Los animales son nuestros hermanos, ¡cuánto nos dan y qué poco les damos! Si un día el ser humano se diera cuenta lúcidamente de cómo les ha tratado, sería para que enloqueciera. Como decía Leonardo da Vinci, deberá llegar el día en que matar a un animal por diversión se juzgue como el asesinato de una persona. Un país, ya lo decía Gandhi, mide su grado de civilización por el modo en que trata a los animales. España es un desastre todavía en este sentido. 

En cuanto a las personas maltratadoras, aparte de la justicia con sus medidas punitivas, ¿qué se podría hacer para que cambiasen su comportamiento de violencia contra los otros animales?
Tendría que haber unos cursos de reeducación especializados en cambiar su estructura psicomental maltratadora, es decir, sus valores, actitudes y conductas de maltrato; y hacerles ver que, igual que no les gustaría que les maltratasen a sus hijos, ¿por qué maltratar a una criatura inocente? Los animales sienten como nosotros, gozan y sufren como nosotros, también lloran y uno puede ver lágrimas en los ojos de los toros cuando están siendo atormentados. Si tu no quieres sufrir, ni que tus seres queridos sufran, no hagas sufrir a criaturas inocentes y que han dado todo por nosotros, los llamados humanos, que en realidad somos homo animal. 

Recuerdo una clase de meditación en la que nos hablaste de Ramana Maharshi, un yogui que llegó a trabar una gran amistad con una vaca
Todos los sabios han amado a los animales, todos. Son parte de la Naturaleza y tienen los mismos derechos que el ser humano. Creer que un animal ha sido creado para que lo explotemos es como si un mosquito que nos pica cree que hemos sido creados para su provecho. Siempre digo que quien más me quiere en este mundo es mi gato Emile, porque no me juzga, no guarda rencor, está siempre en apertura amorosa. Hemos hecho la vida de los animales un infierno. ¡Qué poco dice eso de estos primates que somos los hombres! A veces recuerdo un adagio oriental que reza: "Sin el hombre, este planeta sería un paraíso".  
 

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