Un museo sobre tradición pesquera en O Barqueiro

O Barqueiro dispone de un museo del mar y de su ría, en un inmueble de Daniel Beaz Paleo, quien inició la exposición a partir del legado familiar, pues su padre trabajó en la mar, y con otras piezas compradas y donadas
Daniel Beaz junto al chalano Anil 2
photo_camera Daniel Beaz junto al chalano Anil 2

EL MAR es el motor indiscutible del museo creado por Daniel Beaz Paleo en O Barqueiro. Parte del edificio que fue sede del consistorio de Mañón por más de 30 años ofrece ahora la oportunidad de realizar una aproximación a las tradiciones marítimo pesqueras de los pueblos que conforman la ría que divide las provincias gallegas de Lugo y A Coruña.

Cuando el Concello dejó el inmueble, el propietario decidió musealizar el espacio pues contaba con muchas piezas vinculadas con el mar y legadas por su padre Antonio Beaz, armador en sociedad de las embarcaciones María y Bernarda, La Primavera y Joaquincito. La tradición comercial y pesquera de la familia ancla sus raíces en su abuelo Daniel, quien a principios del siglo XX transportaba en un barco de vela caolín hasta Sevilla y de regreso portaba sal para el almacén con que contaban, una práctica habitual en la época entre los mercaderes.

Su nieto y actual dueño del inmueble, el profesor de Ingeniería de la Acuicultura en la Universidad Politécnica de Madrid, y creador de esta asignatura en la Escuela de Ingenieros Navales, muestra una foto del atún de 101 kilos capturado por el María y Bernarda, que batió el récord del Cantábrico.

Como su madre conservó los aparejos de pesca, chalanos y material pesquero, Daniel Beaz empezó a limpiarlo, momento en que pensó en crear una exposición, que comenzó a tomar forma hace unos dos años. Así surgió la sala del legado familiar, a la que se unieron otras hasta sumar 6, que ocupan unos 400 metros de superficie. La entrada, ubicada en el bajo, presenta el museo con carteles, además de estar enmarcada por una red de arrastre de zamburiñas cedida por Ciano y que no se llegó a estrenar. Daniel explica que está hecha con fibra artificial, razón por la cual no experimenta deterioro con el paso del tiempo.

Las salas del museo, que está en crecimiento constante, albergan en la actualidad más de 500 piezas



CALAMAR GIGANTE. Este ingeniero pretende contar con otras dos salas, una de ellas también en la planta baja para exponer un calamar gigante, con el que Beaz pretende hacerse en cuanto aparezca uno en la costa o sea capturado de manera accidental por algún barco. Daniel explica que este invierno el hijo de Cicles, apodo con el que conocían a un marinero finado llamado Celestino, descubrió uno vivo —en alusión al hallado flotando cerca del Coído de Bares en octubre del pasado año— y añade que un amigo de su hijo llamó a Luarca para que se hiciesen cargo del ejemplar, de 101 kilos de peso. Beaz indica que ya dispone del congelador para conservar al próximo que pueda emerger de los fondos marinos. "Con uno me conformo, es mi sueño, si tengo un calamar gigante me retiro".

Las conchas de berberecho marola, los chalanos, los candiles de carbono y artes de pesca como las volantillas, además de una colección de anclas y otra de ojos de buey, en los que introducirán una foto y luz para facilitar el visionado de la imagen, invitan al visitante a descubrir otras curiosidades marinas expuestas en este museo privado, que se inauguró el año pasado y que se puede conocer bajo cita previa.

El promotor recalca que no admite dinero, sí donaciones de material para su exhibición. De hecho, integrantes del sector y algunos visitantes ya efectuaron aportaciones. La colección se completa con piezas muy variadas que adquiridas a lo largo del tiempo. Entre todas suman ya más de 500. Además, dispone de un taller para la reparación de las mismas.

Alberga aparejos, reproducciones de barcos, fotos antiguas o peces y mariscos consrvados en alcohol



APAREJOS. Las redes que pueden verse son paños completos y reales, salvo un copo de arrastre hecho a escala por un patrón de pesca. También es posible admirar la hélice de un submarino alemán, peces y mariscos conservados en alcohol, junto a los aparejos con que se capturan, además de múltiples fotos antiguas y reproducciones de otras, todas de gente y barcos de los pueblos de O Barqueiro, Bares y O Vicedo, algunos de ellos auténticos personajes, a los que recuerda con cariño y que eran muy simpáticos por sus bromas, como Edita y O Moreno.

La exposición incluye aparejos de todas las rías gallegas, entre los que destaca el gueldo que se empleaba para enganchar a los mújiles en los años 1920, tal y como refleja una fotografía de uno de los últimos ‘gueldeiros’. La red de los trasmallos también está presente, igual que libros del siglo XVIII, uno procedente de Mónaco, y las agujas para coser las velas o anzuelos de distintos tamaños.

Las pastecas o poleas que facilitaban el izado del aparejo, además de poteras, líneas para capturar el camarón vivo, algún motor, caceas del bonito de plástico y fibra, así como las cañas para esta pesquería o la maqueta de un barco hecha a mano por Julio son otros atractivos de este museo dedicado al mundo del mar, que tampoco pasa por alto las comunicaciones. Así, incluye un espacio dedicado al último telegrafista de la zona, Eugenio de Ladislao, además de relojes de distintas procedencias y conchas de mariscos curiosos, como la mincha peluda traída de las Rías Baixas.

La sala central se articula alrededor del chalano Anil 2, que usaba la familia para navegar y pescar por la zona interior de la ría. Lo introdujeron en la dependencia por la ventana y solo quedaban libres unos diez centímetros.

El museo es de acceso gratuito y aspira a exhibir un calamar gigante



Daniel Beaz prima la seguridad del inmueble, por lo que renovó toda la instalación eléctrica, además de colocar luces led y extintores. Junto a sus principales colaboradores, Alfredo Álvarez Solla, Julio Escourido Cid y Pedro Díaz Tirsio, ideó mesas cerradas para exponer conchas y otros aparatos, como catalejos o prismáticos. Unas nasas de gran tamaño sirven de soporte a una parte y otra se sustentan sobre antiguas mesas del bar que regentó la familia.

PARA LOS NIÑOS. El museo es además el sueño de cualquier niño, puesto que hay desde una campaña hasta bocinas y sirenas manuales, que en la mar permitían antiguamente avisar de la presencia a otros barcos en situaciones de niebla para evitar las colisiones y ahora divierten a los jóvenes, puesto que al manipularlas aún emiten aquellos sonidos.

Un amplio apartado de la exposición está dedicado a la acuicultura social, como denomina al trabajo de extracción y cultivo de moluscos que compara con las labores del campo, porque "en la playa haces lo mismo que harías en un terreno, quitas piedras, gradas para oxigenar y tienes un criadero". Además, exhibe un esquema con fotos sobre la cría de mejillón en bateas. Los mirafondos para ver los mariscos y capturarlos con arpón, corales, raños, y un fósil de ostra de más de cinco millones de años —del Mioceno— son otros de los tesoros.

Otro objeto difícil de encontrar es el ancla de capa que evitaba el hundimiento de los barcos. Además, localizó corchos colocados en tres filas y dispone de las antiguas cestas en que cogían la merluza del pincho o nasas diversas, como una de nécora que tiene un departamento separado y pequeño para el camarón. Ahora quiere conseguir otra para el choco, que es típica de la ría de Ortigueira.

OTROS PROYECTOS. En el futuro quiere crear otro espacio dedicado a la labranza, para el que ya guarda algunas piezas. Uno de sus colaboradores restauró las puertas de las antiguas cuadras del inmueble, en el que es posible admirar desde una ‘moa’ hasta un ‘pío’ de granito para la salazón de la matanza, o un lavadero en un patio interior de la casa.

Quiere que la gente joven pueda conocer los aperos y demás enseres que se utilizaban durante el siglo pasado y que con el paso del tiempo fueron desapareciendo, por lo que cada vez quedan menos exponentes y son difíciles de hallar.

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